Por Manuel Arboccó de los Heros
Observábamos sorprendidos un documental que informaba los resultados de largas investigaciones hechas con estos enormes seres acuáticos y sus peculiaridades y tras admirarlo nos preguntamos si nuestros alumnos tendrían la oportunidad y el placer concomitante de conocer éstas y otra maravillosa información que la investigación científica sumada a la sensibilidad hacia la vida animal, permite hoy tener una visión más amplia de lo que involucra nuestra vida y la vida en general.
Imagen tomada de: https://www.google.com.pe/search?q=ballenas+yubarta+o+ballenas+jorobadas&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwi87YGwluHfAhVLg5AKHZFiBF8Q_AUIDigB&biw=1024&bih=608#imgrc=fvoZQEe2nnO_fM:
¿Conocerán nuestros alumnos que el hombre es muy posterior a la aparición de otros seres, de otras vidas, que merecen un total respeto de nosotros, los advenedizos, los recién acoplados al baile de la vida en la Tierra, además de ser los verdaderos depredadores?
¿Conocerán que uno sí puede hacer algo por la vida animal en peligro de extinción, pero que primero se requiere un cambio de actitud, un cambio de mentalidad para poder tener una posición respetuosa, coherente y ética con el ambiente?
¿Lo sabrán nuestros alumnos? Quizá la estrechez de consciencia imperante hoy les impida llegar –si quiera- a querer saber sobre esto. El reducido pragmatismo que manejan muchos hoy no les permite reconocer que mucho del conocimiento es útil en la vida cotidiana como por ejemplo saber que el exterminio de estos fabulosos seres (ballenas yubartas) trae –y ya ha sucedido- desequilibrios en el hábitat al romper cadenas alimenticias asentadas a lo largo de los siglos o milenios.
¿Conocerán nuestros alumnos que temas como este involucran aspectos ético ambientales, biológicos, económicos, psicológicos y políticos que merecen continuar discutiéndose por el bien de todos?
Otra pregunta: ¿Sabrán los padres de nuestros alumnos todo esto?, ¿con cuántos de ellos contamos realmente en esta difícil labor encomendada de “formar” a “sus hijos”?
Siempre resalta el alumno de promedios altos, excelente ajedrecista o medallero matemático –aunque mudo-. Podríamos también darle igual crédito al talentoso en relación al conocimiento ambiental, al que presenta habilidades sociales, capacidad para el liderazgo constructivo, al que conoce nuestra historia y la defiende (al menos lo defendible de ella) o al que entiende la historia de la humanidad y toma posición en ella. Al educado. Al culto.
Pero estos “saberes” son difíciles de cuantificar, más aún cuando nuestros colegios no piden aún “comentarios críticos” ni “posiciones personales” en sus memorísticos exámenes de preguntas con alternativas. Sabemos los profesores como el entrenamiento para el ingreso a las universidades son –muchas veces- una sombra que oscurece la búsqueda de experiencias humanas formativas.
Nos preguntamos también ¿qué papel cumplimos nosotros como profesores? ¿Les podremos enseñar algo que valga la pena? ¿Habrá espacio dentro del apretadísimo y galopante contenido temático de nuestras asignaturas? Espero que nuestros alumnos puedan pensar en estas cosas. Prefiero mil veces a que sepan y se cuestionen sobre esto a que sólo repitan de memoria las leyes perceptivas o sepan quién fue Iván Pavlov.
Suscribo con usted. Más importante que aprender materias y entenderlas literalmente , está la capacidad que podamos tener para analizar situaciones de la vida, el mundo real, cómo afrontarlo, cómo hacemos florecer al mundo y cómo lo destruimos, es decir usar nuestro juicio crítico en distintos aspectos de la vida, y eso a veces no lo tenemos.