Por Manuel Arboccó de los Heros
Escritor, psicólogo y docente
Iniciaron una discusión que no tenía fin. Ambos hermanos se cuestionaban por el empleo o no de las redes sociales, y su funcionalidad.
-Por ejemplo, preguntó Darío, cuando publicas cosas como “Aquí con la gente del trabajo en el restaurante”, ¿para qué lo haces? Realmente ¿a quien le importa dónde estás un martes por la noche cenando?
Mientras su hermano daba un sorbo a su café el mismo Darío le señaló: Creo que lo haces para tener la ilusión de que a los demás le importas, pero no es así hermano.
-¿Tú qué sabes? replicó José. Yo posteo momentos bonitos para que queden registrados. Como si fuera un álbum fotográfico pero en vez de ser físico es virtual.
Imagen tomada de la web
-No es lo mismo, señaló Darío. El álbum de fotos, como el que tiene mamá, es privado, solo lo pueden ver los más cercanos, parte de la familia y uno que otro amigo; en cambio en el Facebook o el Instagram lo ve todo el mundo. ¿Cuál es esa necesidad de mostrarle todo a todo el mundo? ¡Déjate de cosas!, las redes son el espacio de gente que se siente sola e ignorada, sentenció su hermano mayor.
-¡Asuuu…! dijo José, ósea me estás llamando así, ¿solitario e ignorado?
-Tranquilo hermano. Todos estamos algo solos y todos somos también ignorados, no te piques. Antes de las redes ¿a quién le contábamos lo que hacíamos? A una o dos personas y listo. Todo estaba bien. Ahora nos morimos por subir la foto del restaurante, del bar y hasta del hospital donde caemos por algún accidente ¿o no? Te he visto subir una foto incluso cuando fuiste a la clínica para tu chequeo preventivo anual: “Aquí yendo a ver cómo va todo” pusiste, o algo así. Yo estoy contra eso, ¿cuál es la necesidad de contarle todo, incluso lo más insignificante, a todo el mundo? ¿Cómo si a la gente le importara realmente? Incluso creo que cuando hacemos eso suponemos que nosotros somos personas importantes y que los demás están a la expectativa de lo que nos ocurre o de lo que hagamos. Nada más equivocado. Somos insignificantes, remató Darío.
Por ejemplo, yo soy historiador hermano, continuó excitado Darío, y suelo compartir en mi Facebook algunas noticias, anécdotas, descubrimientos, datos históricos, efemérides de personajes importantes, pero soy consciente que a muy pocos o a nadie eso le interesa, por ahí algún colega que tengo como amigo en la red o algún joven curioso, un estudiante tal vez, pero sé y lo tengo muy claro que si lo notan dos o tres personas es mucho. Además vivimos en el mundo visual, más allá de mirar fotos ya casi nadie lee. Por eso te digo que, en realidad, lo que compartimos no deja de ser un breve e insignificante estímulo que a casi nadie realmente le importa y que desaparecerá al instante pues todo es efímero en las redes, culminó Darío; mientras José, haciéndose el desentendido, revisaba la hora.
Por su parte la madre, doña Bertha, que había estado muda desde que se inició la discusión durante la sobremesa y solo los había observado, por turnos, a cada uno mientras señalaban sus argumentos, solo se levantó de la mesa y dijo:
“lo que es a mí, eso de la tecnología no me interesa en absoluto. Yo no entiendo nada de esas cosas del wasáp y del feibuk. A mí me basta ir por las mañanas al mercado a comprar mis cosas y ahí encuentro a mis vecinas y qué bien que la pasamos. Con las comadres me entero de todos los chismes, me río, a veces lloro y me desahogo, rajo y me siento importante”.
コメント