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Foto del escritorManuel Arboccó de los Heros

APUNTES ETOLÓGICOS (I)

Por Manuel Arboccó de los Heros

Psicólogo y profesor de Psicología



El modo de actuación de los diferentes tipos de animales, es un tema que ha suscitado un enorme interés en los pensadores. Es intrigante la habilidad de algunas criaturas simples para desarrollar tareas complejas: tejer una telaraña, construir un nido, cantar una canción, encontrar refugio o capturar a su presa; todo ello en el momento justo y con escaso o nulo aprendizaje previo. Tales comportamientos se han estudiado desde dos perspectivas bastante diferentes, de hecho casi opuestas en sus planteamientos, que exponemos a continuación: o bien los animales aprenden todo lo que hacen (enfoque conductista), o bien saben instintivamente cómo hacerlo (enfoque etológico, que subraya el papel de la herencia).


Hasta hace relativamente poco tiempo, la escuela dominante en la explicación del comportamiento (animal y humano) ha sido el conductismo, cuyas figuras más conocidas fueron J. B. Watson y B. F. Skinner. Los partidarios de esta corriente sostenían que toda conducta es aprendida; asimismo, creían que los animales nacen como una “página en blanco” sobre la que el ambiente y las experiencias van dejando su huella. A través del condicionamiento, se va formando el comportamiento animal y humano.

Los tres premios Nobel fundadores de la Etología (disciplina desarrollada prioritariamente en Europa), el austriaco Konrad Lorenz, el holandés Niko Tinbergen y el alemán Karl von Frisch, sostenían que la conducta animal es innata (instintiva). Una especie de avispa excavadora encuentra y captura solamente abejas de miel. Sin ninguna experiencia previa, la avispa hembra de esta especie excava un complicado túnel hasta encontrar a la abeja, la paraliza con un preciso aguijonazo en el cuello, vuelve a su guarida y, cuando tiene suficientes abejas, pone un huevo en una de ellas y sella la cámara. Según los etólogos, el comportamiento tan especializado de esta avispa está dirigido por una programación dada en sus genes desde el momento de su concepción. Este fenómeno se da de modo similar en otras especies animales, en las que pueden observarse patrones fijos de acción similares a los de la avispa. Los defensores de este enfoque sostienen que los comportamientos tardíos en la vida de los animales podrían no ser fruto del aprendizaje, sino de la maduración del individuo, como sucede por ejemplo con el vuelo de las aves, que no requiere de ningún aprendizaje, pero que se retrasa hasta que el polluelo tiene fuerza suficiente para hacerlo.




Las abejas, gracias a su percepción, pueden servirse del Sol como brújula, e incluso en días cubiertos no pierden el sentido de la orientación. Utilizando abejas marcadas, Karl Von Frish (famoso etólogo alemán) demostró que al regresar a la colmena, una abeja realizaba una danza circular si había encontrado una fuente de alimentos a cierta distancia; si la comida se hallaba a una distancia mayor, la danza sería oscilante.

Los pájaros jóvenes de la mayoría de las especies cazadoras de serpientes, por ejemplo, reconocen y evitan instintivamente a las mortíferas serpientes corales; los patos y gallinas nacen con la capacidad de reconocer y huir de la silueta de los halcones.

Los animales saben cuándo y hacia dónde emigrar, cuándo hacerse la corte o cuándo alimentar a sus crías. En la mayoría de las especies animales tales habilidades son unidades de comportamiento que se activan o desactivan cuando es apropiado hacerlo. Los gansos, por ejemplo, rodarán los huevos sólo desde una semana antes de la puesta hasta una semana después de que los polluelos hayan salido del cascarón; fuera de este lapso de tiempo los huevos no significan nada para ellos.


Algunas aves, como las palomas, nacen predispuestas para emitir los arrullos específicos de la especie, y ninguna exposición, por prolongada que sea, a los arrullos de otras especies, o la ausencia de ellos, los modificará. Esto mismo ocurre con el repertorio de unas veinte llamadas que casi todos los pájaros usan para comunicar mensajes como el hambre o el peligro.




Todos los investigadores modernos están ahora de acuerdo en que ni los comportamientos innatos, ni los aprendidos pueden estudiarse por separado, ya que en realidad, estos dos tipos de reacciones están tan íntimamente entrelazados que escasamente podría señalarse un esquema de comportamiento como exclusivamente innato o exclusivamente aprendido. El comportamiento debe estudiarse como una totalidad y, por lo tanto, con la Etología se quiere significar actualmente toda la rama de la Zoología que analiza la relación causal en que se basa el comportamiento animal.

Durante generaciones, han discutido los investigadores para determinar lo que, en un comportamiento, era innato o adquirido. De hecho, la distinción resulta a veces muy difícil, dando lugar a confusiones que sólo es posible evitar mediante el estudio del desarrollo de los comportamientos de una animal desde su nacimiento, tanto en unas condiciones naturales como en unas condiciones experimentales. En efecto, porque un comportamiento sea estereotipado e idéntico en diferentes individuos, no vamos a calificarlo como innato, ya que en unas circunstancias idénticas, y en un medio idéntico como suele ser el caso, tendrán tendencia a aprender las mismas cosas y a expresarlas del mismo modo. E, inversamente, el hecho de que un comportamiento no sea ejecutado desde el principio de una forma perfecta y definitiva no autoriza a concluir que dicho comportamiento no sea innato. Esta discusión es, en realidad, bastante teórica y académica, por cuanto la complementariedad existente entre lo innato y lo adquirido es constante y dinámica.


Puede afirmarse, como regla general, que, en grados diversos, el comportamiento final de un individuo es el resultado de una complementariedad entre las conductas heredadas, fijadas por la misma razón que los atributos físicos, y las conductas aprendidas, adaptadas a las circunstancias.

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