Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, articulista y docente
En esta obra, texto desarrollado en noventa y nueve páginas y repartido en diez capítulos (con títulos interesantes como La identidad neurótica; ¿Una cultura del fracaso?; La revolución somatotónica; La sociedad de la sensación; Popurrí de pecadillos nacionales, entre otros títulos) el prolífico filósofo Gustavo Flores Quelopana realiza un diagnóstico crítico de nuestra sociedad peruana actual.
Nos clasifica como una cultura hedonista y somatotónica. Juega con los conceptos de exitofobia y fracasofilia (correctos neologismos propios del autor) para designar al peruano como un sujeto de ancestral “humillada cerviz” que trata de enfrentar las dificultades, sobre todo económicas, por medio de emprender negocios y comercios pero sin mayor capacidad o talento para aplicarse a tareas propias del quehacer académico, intelectual y cultural; muchos negocios, restaurantes y peluquerías pero poco conocimiento, ciencia y filosofía. Incluso, afirma el autor, las universidades vienen perdiendo su baluarte intelectual y se han convertido en comercializadoras de grados y títulos y ya no en centros del saber y del pensamiento. Describe a los peruanos como desorganizados, irrespetuosos, sin abolengo así como envidiosos y acomodaticios.
Gustavo Flores Quelopana, filósofo autor del texto
Con una prensa y redes mediáticas promovedora de formas alienantes, tontas y cosificantes de la vida misma, en pocas palabras el reinado de la chatura mental. Compartimos una cita aparecida en la página 37 a tal fin: “Los medios masivos de comunicación son verdadera prosa de las palabras inspiradas en la malicia, en la codicia y en la imbecilidad. Su constante bombardeo de veinticuatro horas difundiendo estulticias sobre la comunidad tiene el desastroso resultado de que la persona deje de percibir su sentido interno, porque solo en silencio ha de ser escuchada el alma”.
El autor reclama, a la vez que clama por un nuevo giro espiritual en la población nacional, un acercamiento sincero a la moral y a la educación de calidad además de una orientación contraria a la racionalidad instrumental y al modelo neoliberal globalizado que solo estimulan una mirada cosificadora, tecnocrática, mercadólatra e hiperconsumista de la vida.
Casi al final de su ensayo, el profesor Flores nos señala su aún sobreviviente esperanza de una posible, aunque lenta, modificación y mejora, cuando dice: “Pese a todo sigo creyendo que el peruano puede ser mejorado, justificado y salvado, que el Perú puede acompañar a su engrandecimiento material un potente florecimiento espiritual e intelectual” (pág. 61).
Ojalá sea así profesor Gustavo, por el bien de todos.
Comments