Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, escritor y psicoterapeuta
Buen día muchachos. Sabía que terminaríamos aquí. Esta historia comenzó no hace mucho y hoy llegó a su fin. Si lo ven desapasionadamente, temporalmente somos unos cretinos si nos comparamos con otros fenómenos cósmicos.
Gracias por darse un tiempo en medio de su apretada e importante agenda para venir a decirme adiós, o hasta pronto según las propias convicciones.
No salté del noveno piso como Charly ni me pegué un escopetazo drogado como Cobain. Me carcomió la infección y las bacterias. Como saben mi cuerpo me fue saboteando o quizá fue solo un logrado ejercicio de autofagia. Se hartó de sí mismo (o de mí mismo) y empezó a fallar, con una larga y tediosa aparición de signos y síntomas que no es menester recordarles acá. Ya se irán enterando. Somos chismosos y lo mórbido genera una curiosa atracción. Además, así es la vida, nacemos, crecemos, nos reproducimos (yo no lo hice, válgame Dios) y nos morimos. Pero no he dejado esta carta para hablar de esto, tampoco para hablar de mí, sino más bien de ustedes; cómo la vida de ustedes se cruzó con la mía, y cómo afectaron con su existencia a este tipo que fui. Debo ser agradecido. Quiero serlo.
Imagen tomada de la web
Me hubiera muerto mucho antes de no ser por ustedes. Nadie se hace solo, como dicen por ahí los resentidos que hacen uso de la amnesia voluntaria. Todos llegamos hasta donde llegamos y obtenemos lo que tenemos gracias a una ayuda, un apoyo, una oportunidad. Sea la madre en la infancia, la familia en la niñez, los compañeros en la adolescencia universitaria y los colegas en la adultez. Por ejemplo, tú Daniel, seguro estás ahí, con asma y todo. Si no fuera por tu complicidad, compañía y buena disposición me hubiera convertido en un egoísta insoportable, Un hermano es algo que necesita toda persona. Es totalmente obvio que sin su mamá y papá simplemente un pequeño moriría, y si no, hubiera sido casi siempre mejor que muriera, como decía el psiquiatra Bettelheim en referencia a esos seres que deambulan sin alma ni motivación por la vida cuando de pequeños carecieron considerablemente del apego primario saludable. Repito, yo fui un afortunado.
Pamela, mi eterna novia, hola amor. Te dejo viuda, quizá por segunda vez, pero esta vez es la definitiva. Luego del accidente del 2021 casi me voy pa´ la Habana pero volví, ¿lo recuerdas? Pero hoy ya son más de veinte años de presencia, intimidad y apoyo mutuo. ¿Qué más puedo pedir? Junto a mi hermano, una pareja es también lo que todo ser humano requiere. Pero una pareja sana, la insania es lo que hoy sobra. Neurosis y congelamiento emocional reinan soberanas. Todo lo opuesto a ti Pamela. Mi reini.
Gracias por acompañarme en este viaje. Como te lo dije alguna vez, en la playa, en esas madrugadas de vino y blues, si hay algo más en alguna dimensión, ahí nos veremos. Sino, debemos estar agradecidos de habernos cruzado en esta vida. De incontables cruces azarosos, que dos personas desconocidas se encuentren y se forme en ellos el amor es algo mágico, cuando no increíble.
Finalmente, tú Marcelita. La única sobrina y por ello mi favorita. Gracias a ti la palabra tío tomo sentido para mí. Pasó de ser el casual llamado anónimo a un viejo para transformarse en la invitación a una conversación grandiosa. Con tus siete años y tu inteligencia multiplicada me haces reír, y pensar. Hasta sentía que a veces me hacías mejores preguntas que mis alumnos de la universidad. Más honestas, capciosas y hasta profundas. Incluso inspiraste algunos de los textos que he publicado, y no exagero.
Gracias pequeña y espero que no me olvides. Cuídate mucho y alcanza el éxito y la dicha que mereces, sé todo lo feliz que puede ser una mujer y trata de contribuir a la felicidad de los demás.
Fin.
Bueno muchachos, ya es hora de bajar el telón. Llórenme solamente lo necesario. Lo demás ya es neurosis, negación e irrealidad. Un beso enorme para todos, y recuerden lanzar mis cenizas en aquellos dos lugares donde fui muy feliz. Jorge Bar les dirá.
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