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Foto del escritorManuel Arboccó de los Heros

CONTRA LA VACUIDAD Y LA FUTILIDAD

Por Manuel Arboccó de los Heros

Psicólogo, profesor y divulgador en temas de psicología


En un artículo anterior (May, la vacuidad y la impotencia) reflexionábamos sobre los fenómenos de vacío, impotencia, estancamiento que, entre otros pensadores, Rollo May –psicólogo existencialista- trabajó en sus ensayos. Decíamos que vemos con cierta frecuencia mucha gente –sobre todo jóvenes- que no terminan de darle un sentido y un rumbo a sus vidas siendo esto peligroso al dejarlos más vulnerables a las manipulaciones, a las adicciones, a la violencia y ciertos cuadros psicopatológicos. Incluso hoy se reportan casos de autolesiones y crímenes que responden –según sus propios autores han confesado- a hechos realizados por aburrimiento o por matar el tiempo solamente.


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La sensación de vacuidad, dicen los expertos, generalmente se manifiesta cuando las personas sienten que son impotentes para hacer algo efectivo de sus vidas o para hacer algo efectivo en el mundo en que viven. Sentir que no puedo hacer nada significativo con mi vida o que no puedo tampoco hacer con ella algo positivo para mí y para otros –construir- nos desanima y amarga. De entre todas las necesidades humanas estudiadas por psicólogos como Erich Fromm o Abraham Maslow, las necesidades de trascendencia, de orientación, de aprecio, de identidad, de autorrealización son fundamentales para convertirnos en seres humanos plenos. Carecer de la posibilidad de ellas, empobrece la voluntad y los afectos y paraliza o desorienta al hombre en su camino al crecimiento humano.


Además, se observa la dificultad o incapacidad para valorar (captar lo valioso) y disfrutar aspectos importantes de la vida humana, por ejemplo, la amistad, las posibilidades del arte, el amor familiar, la educación, los deportes y demás divertimentos que la vida ofrece. Estamos ciegos ante aquello que es agradable, significativo, valioso e importante. La cultura del consumo, del exceso y del embotamiento, de la inmediatez y a la vez de la caducidad en la que nos movemos ahora no brinda las condiciones psicológicamente más favorables para desarrollarnos correctamente; es la sociedad del cansancio como la llama el filósofo Byung Chul Han. Confundidos e hipnotizados por las propagandas, las modas y las redes cómo andamos últimamente, somos más vulnerables a esta vacuidad, impotencia y esterilidad. Fromm nos advertía cuando señalaba: “Hoy nos encontramos con personas que obran y sienten como si fueran autómatas; que no experimentan nunca nada que sea verdaderamente suyo; que se siente a sí mismas totalmente tal como creen que se las considera; cuya sonrisa artificial ha reemplazado a la verdadera risa; cuya charla insignificante ha sustituido el lenguaje comunicativo” (Fromm, 1964, p. 21).


Además de los vínculos, los amigos, la pareja, la familia, otra de las maneras de encontrar sentido es el trabajo, nuestra forma de entregar u ofrecer algo valioso a los demás. Pero hoy ya no se nos estimula a ser productores y creativos sino a ser solo objetos de consumo permanente, estamos en el hiperconsumismo según Lipovetsky.

Una vida vacía, sin rumbo, deambula existencialmente hablando. Luego de pensar en esto, sigamos algún propósito, pongámonos alguna meta, reconsideremos devolverle la importancia a lo verdaderamente importante y elijamos disfrutar la vida, al menos lo agradable que puede haber en ella.




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Referencia:


Fromm, E. (1964). Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea. Hacia una sociedad sana. Sexta. Edición. México: Fondo de Cultura Económica.


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