Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo Clínico, divulgador en temas de Psicología
Vemos en las noticias que parece ser común para muchos padres emplear el castigo físico brutal como la principal (o única) forma de corrección infantil. Pero de este viejo uso del golpe para controlar la conducta de los hijos se pasa con mayor facilidad de la que se piensa al abuso físico, acompañado del abuso verbal y psíquico. Asombrados presenciamos que ya hay reportes de niños muertos por los golpes recibidos de los padres. Las estadísticas señalan que en el Perú uno de cada tres padres maltrata físicamente a sus hijos. Se les maltrata en casa, se les maltrata seguramente en el colegio y el espiral de violencia se vuelve crónico.
Los que venimos del campo de la Psicología y, en especial, de la psicoterapia sabemos que si bien las lesiones físicas pueden sanar después de un corto tiempo, las lesiones del alma demoran demasiado en sanar o no sanan sencillamente y no es una exageración. Virtudes como la esperanza, la confianza (en uno mismo y en los demás), la iniciativa, la automirada gentil y la buena autoestima decaen ostensiblemente en los chicos lastimados de forma tan humillante y hasta cruel. “Si ellos –mi papá y mi mamá- que se supone son los que me traen a este mundo y me aman, y en quien debo confiar; si ellos me tratan así, ¿qué puedo esperar del resto?” bien pueden pensar así los hijos de padres maltratadores.
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Muchos adultos llevan vidas frustradas, muchos son hijos de la violencia y de la humillación también y con acciones tan salvajes como las que vemos en los medios no solo consiguen temporalmente aquietar un berrinche infantil o controlar una conducta inaceptable sino que terminan generando un niño o una niña carente, desanimado, muy molesto o muy triste. ¿Y qué tipo de adulto y qué tipo de padre o madre serán ellos cuando los años pasen? No nos olvidemos que la resiliencia no es la regla, es la excepción. Aquél que desde pequeño ha mamado la compañía cálida, la presencia amorosa y estimulante, la autoridad justa y la sanción moderada y aleccionadora, tiende a ser un adulto sano, confiado, empático y animado. No así el abusado, el humillado, el reducido a una cosa que “merece” ser abofeteado, quemado, jaloneado, fracturado, desgarrado. Eso, entiéndalo, solo genera mentes desequilibradas y una mente desequilibrada sufre y genera sufrimiento a otros. Se ha estimado que en el mundo hay 300 millones de niños, niñas y adolescentes expuestos a sufrir violencia. Me tinca que la cifra es aún mayor. Es un hecho que estos padres necesitan también urgentemente ayuda psicológica.
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