Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo clínico, articulista y profesor de Psicología
Por un momento recordemos al filósofo Zygmunt Bauman en su texto Amor líquido: “Y lo mismo ocurre en una cultura del consumo como la nuestra, partidaria de los productos listos para uso inmediato, las soluciones rápidas, la satisfacción inmediata, los resultados que no requieran esfuerzos prolongados, las recetas infalibles, los seguros contra todo riesgo y las garantías de devolución de dinero. La promesa de aprender el arte de amar es la promesa (falsa, engañosa, pero inspiradora del profundo deseo de que resulte verdadera) de lograr “experiencia en el amor” como si se tratara de cualquier otra mercancía. Seduce y atrae con su ostentación de esas características porque supone deseo sin espera, esfuerzo sin sudor y resultados sin esfuerzo” (Bauman, 2005, p. 22).
El reconocido pensador Erich Fromm nos planteaba hace años que el amor es un arte, y como cualquier arte se debe aprender, practicar, pulir y afinar. En materia de amores, nuestra capacidad de amar dependerá de nuestro propio desarrollo personal, y es poco posible por ejemplo, que una persona mezquina, inestable o con traumas no superados, pueda amar de manera plena. Amará según su propio tamaño, se encontrará que le será difícil, cuando no imposible entender y practicar eso del respeto, compromiso, no posesividad, comunicación, paciencia y otras características propuestas por los especialistas en el tema. Ahora que vivimos tiempos donde estamos siempre comprando productos y mirando escaparates, el amor -o lo que sea que se le parezca- también se ofrece ya sea como producto a pagar en cómodas cuotas, o un conjunto de técnicas a dominar si nos convencemos de eso, ya sea con los ahora tan solicitados libros de autoayuda, talleres acelerados de fin de semana y cursillos on line. De pronto, algunas sugerencias puedan servir en algo a aquellas personas que se proponen como meta mejorar su capacidad de vincularse. Pero esto siempre involucrará esfuerzo, compromiso, perseverancia y práctica y si le creemos a Marco Aurelio Denegri cuando dice que al hombre moderno le detesta esforzarse, entonces el pronóstico es de carácter reservado.
Imagen tomada de:
Más que un amor rápido, instantáneo -como las sopas en bolsa de los supermercados-, más que un amor enlatado y con conservantes, lo que podemos hacer es reconocernos, mirarnos, hacer un consciente diagnóstico de cómo va “nuestra alma” nuestro mundo interior, nuestro psiquismo, nuestra capacidad de entrega y de afectación. Cerrar viejas heridas y crecer como humanos, para así recién poder encontrarme con el otro, es una propuesta que se cae de madura y roza una verdad de perogrullo; recordemos que dos cojos no hacen un maratonista, como dos medias naranjas no hacen una plena y sólida.
Las relaciones de pareja andan zigzagueantes, el reto es re-encontrar la capacidad de amar, ese arte perdido, según Fromm.
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Bauman, Z. (2005). Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Buenos Aires: FCE.
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