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Foto del escritorManuel Arboccó de los Heros

EL AMOR TAMBIÉN DICE ADIÓS

Por Manuel Arboccó de los Heros

Psicólogo, escritor y profesor de Psicología


Prendió la radio y apareció el tema de moda. La voz del cantante le hizo pensar en alguien con lesión cerebral. Le parecía un paciente neurológico con problemas de disartria. Pero no le sorprendió, ya estaba acostumbrándose a las figuras de la música actual. Decidió apagar la radio. Y decidió bien. La voz del retardado quedó atrás y ahora debía enfocarse en lo que había ido a hacer en el último día en su antiguo departamento. Separarse de su novia no había sido sencillo pero luego de una madura conversación habían acordado que lo mejor era distanciarse.


Quizá decidieron convivir muy rápido. Las emociones exageradas y la percepción alterada del enamoramiento los hizo adelantar lo que quizá debió suceder después, con más calma y pensamiento. Pero las cosas ya estaban hechas y no había vuelta atrás. Ahora debía llevarse las pocas cosas que aún quedaban en el piso que habían alquilado hacía un par de años.


Imagen tomada de internet




Ella, mucho más decidida, ya había hecho lo propio y ahora le tocaba a él. Le faltaba recoger algunas prendas, unos pocos libros, un cuadro, su guitarra y uno que otro adorno y baratija, realmente adefesios pero que tenían un valor más sentimental que monetario. Había llevado un par de cajas de esas que nos brindan en los supermercados y fue poco a poco guardando todo. Cuando hubo acabado con todo esto llevó las cajas a la altura del ascensor y regresó para cerrar la puerta con llave. Era consciente que no volvería a habitar ese lugar que lo acogió los últimos dos años y donde puede decirse, fue muy feliz. Pero las relaciones siempre son complejas y por ciertas discordias que se cronificaron la relación se deterioró mucho. Mientras ella siempre fue más independiente y práctica, él era más reflexivo, dependiente y sensible para ciertas cosas. Sintió por un instante una pena que le embargó el alma y antes de cerrar la puerta volvió a echar un vistazo al lugar: la sala comedor, el pasadizo rumbo al dormitorio, el baño, la cocina y la pequeña terraza donde solía tomar su café, mirar el vecindario y detenerse a pensar en historias para sus cuentos. Señalé antes que él llegó a ser feliz en muchos momentos durante su vida en ese departamento y ahora le decía adiós a la casa y quizá a sus recuerdos.


El reloj ya marcaba las 10.35am y debía regresar al trabajo, así que había que apresurarse. Salió del lugar, cerró la puerta y dejó la llave en la recepción del edificio. El portero –que había entendido todo- también parecía triste. Subió a su auto con algo de nostalgia y tomó la avenida auxiliar rumbo al trabajo mientras en la radio volvía a aparecer el famoso y adinerado retardado.

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