Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo y psicoterapeuta existencial, profesor de Psicología
Maritza es una linda jovencita que estudia en la Universidad, trabaja medio tiempo como para ganar alguito de dinero que la ayude con los gastos, aún vive con sus padres, es dueña de un gato al cual le puso por nombre Brad (por al actor estadounidense) y le encanta las redes sociales como el twitter, el whatsapp y el Facebook, pero de los tres, su preferido es éste último.
En su Facebook ella suele postear oraciones cristianas, bendiciones, frases célebres, vídeos virales, así como paisajes y fotos de todo tipo, en especial fotos de ella y su círculo más próximo. Por ejemplo, suele colocar a menudo fotos a los lugares donde viaja, siempre señalando lo feliz que es, a pesar de que Maritza no siempre es feliz, claro; una cosa es pasarla bien en un viaje y otra es ser feliz. Y ella lo sabe, pero le consuela que los demás no lo sepan. Así que cada vez que puede nos contagia a todos con sus imágenes y afirmaciones de full actitud positiva, al mejor estilo de libro gringo de autoayuda. Gracias por eso Maritza.
Por supuesto suele subir imágenes acompañadas de leyendas que hablan de lo muy importante que es la familia, a pesar de que ella hace años ha dejado de querer a la suya y muy por el contrario, espera poder ganar más dinero en un futuro trabajo mejor remunerado para mudarse cuanto antes de esos dementes con los que comparte techo y a quienes ya no soporta. Maritza suele también subir fotos con su canoso padre, recordándonos que hay que perdonar los errores de nuestros progenitores pues son tan humanos como nosotros. Lo curioso es que Maritza aún no ha perdonado completamente a su padre, desde que éste sacara los pies del plato y ella se enterara de que además de su abusivo hermano mayor Raúl tiene un medio hermano menor llamado Andrés, de cuya existencia su propia madre desconoce. Papá la sobornó con un lindo viaje de vacaciones a Rio de Janeiro.
No faltan en el Facebook de Maritza, fotos con los compañeros de estudios y de trabajo, siempre bromeando, siempre divirtiéndose y yendo a lugares muy lindos, tomando unos traguitos e intercambiando sonrisas fingidas y abrazos poco cálidos. Lo que ella no comparte –y está en todo su derecho- es lo mucho que detesta a algunas de esas reprimidas compañeras y superficiales compañeros, en especial al jefe de su trabajo part time, un jovencito sin mayor talento que el haber salido de una muy publicitada (y cara) universidad de esas que “blanquean” y que por esa razón se siente un Einstein además de un Adonis. Maritza sabe que ni el CI ni el físico del improvisado jefecito dan para tanto y no ve la hora de conseguir otro empleo.
Imagen tomada de la web
Maritza suele hablarnos del esfuerzo, la caridad, la importancia de la lectura y el cuidar lo que comemos. Curiosamente Maritza suele ser floja, muy poco de compartir, para nada lectora –de hecho se aburre en la primera página de cualquier texto y por eso sufre mucho en la universidad- y suele comer muy mal por no decir que come desperdicios.
Maritza suele también colocar en su Facebook, el dolor que le genera esas noticias tristes que nos llegan por TV, como lo visto por todos en las noticias con los países vecinos, ataques a Francia, matanzas desquiciadas en los EEUU, por citar un par de lamentables ejemplos. Sin embargo, cuando las matanzas y los actos de injusticia y terror ocurren aquí nomás, en algún hospital de provincia o en los cerros que rodean Lima o en algún país africano donde un dictador abusa permanentemente de su pueblo o cuando una potencia militar y económica llena de misiles un pueblo árabe por negarse a aceptar la invasión, Maritza curiosamente no dice nada. Nada.
¡Cómo podemos olvidar en este recuento los muchos selfies que Maritza sube al Facebook!, y es que a cada lugar que va, a cada restaurante, playa, cine, bar, y hasta saliendo de la ducha, ella tiene presta su cámara de celular para fotografiarse y subir la instantánea agradeciéndole al Señor por la vida, la suerte y la seguridad que posee. Maritza no nos dice nada de lo fea, desgraciada y torpe que se siente, sensaciones que fueron instaladas en su mente y en su corazón por un trabajo maquiavélico de su madre, su hermano Raúl y su primer enamorado, un idiota e infeliz que conoció en la Facultad, cuando aún su corazón estaba cargado de esperanza e ingenuidad.
Colofón: Por si acaso Maritza no existe. Pero eso sí, todos podemos ser Maritza.
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