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EL MONSTRUO DE ARMENDÁRIZ

  • Foto del escritor: Manuel Arboccó de los Heros
    Manuel Arboccó de los Heros
  • hace 2 horas
  • 3 Min. de lectura

Por Manuel Arboccó de los Heros

Psicoterapeuta, escritor y docente universitario




Cuenta la historia el famoso caso limeño del condenado a muerte por asesinato Jorge Villanueva Torres, un pájaro frutero, prontuariado, pobre, indigente y afroperuano, quien acusado de violar a un niño de tres años y asesinarlo fue bautizado rápidamente por la prensa como el monstruo quien merecía la peor condena. ¿Y qué es un monstruo? Un ser perverso, cruel, que causa espanto, que va contra el orden regular de la naturaleza, algo que de pronto no es siquiera humano y por lo tanto puede ser tratado como una cosa abominable, asquerosa y desechable. Sin compasión ni oportunidad.



Este hecho ocurrió en el año 1954, durante el gobierno del general Odría, y tras un juicio -dilatado a propósito para fines de distracción política- fue condenado a la muerte a pesar de no haber violado al niño en cuestión y tampoco haberlo asesinado. La necropsia no encontró desgarro anal en el niño –lesión típica cuando hay violación- y más bien muchas contusiones graves que bien podían haber sido causadas por un atropello o una caída desde aquél famoso acantilado miraflorino. No existían pruebas convincentes que involucraran a Villanueva más allá de algunas dudas por su expediente policial y la cercanía del cadáver encontrado con el lugar donde el acusado vivía, sin embargo en el juicio se presentarían como “pruebas” una moneda de 20 céntimos que aquél “monstruo” le ofreció a un turronero ambulante por comprar una golosina (supuestamente para calmar al niño asustado) y la declaración del mismo vendedor quien se contradijo en el juicio en muchas oportunidades y parecía seguir órdenes del fiscal de turno.



Pero en este caso confluyeron una serie de circunstancias que la obra señala: el racismo -mucho más directo en esos años-, la pobreza -que siempre impide contar con un buen abogado-, la falta de ayuda mediática -la prensa lo condenó apenas se supo de su arresto- y la corrupción política pues se necesitada un circo para ocultar o al menos distraer la atención de los actos delictivos y soterrados que alcanzaban al asesor presidencial tanto como al gobierno de turno. Más que buscar la justicia lo que se persiguió fue el propósito político, congraciarse con el poder de turno para luego dar –como dicen en México- la mordida. El Monstruo de Armendáriz, que tampoco sabía leer ni escribir, se declaró inicialmente culpable del crimen ante una gran golpiza recibida por miembros de la policía nacional quienes luego con engaños lo dejaron a su suerte. Un joven abogado de apellido Mora es contratado como abogado de oficio por el Poder Judicial pero desde un inicio no se le pedirá llegar a la justicia sino dilatar lo más que se pueda el juicio para servir de oportuna distracción popular. Sin embargo, a medida que se informa de lo ocurrido sus dudas se hacen más fuertes y un vestigio de conflicto moral surge para intentar aclarar los hechos aunque chocará contra la gigante y corrupta burocracia además de los prejuicios de una ciudad donde no todos los seres humanos son de igual valor.




Imagen tomada de la web (Lima Antigua). Del archivo del Diario El Comercio:

“ ... Con tres tiros al corazón y uno en la sien derecha, cayó sin vida esta madrugada Jorge Villanueva Torres. Se cumplió así, la sentencia a muerte. El Monstruo de Armendáriz pagó con su vida el crimen que cometió hace tres años del que fuera víctima el menor Julio Hidalgo Zavala, de 3 años de edad...”

Así informó El Comercio, hace seis décadas, sobre uno de los casos policiales más emblemáticos del Perú.






Julio Ramón Ribeyro nos señalaba hace décadas que en nuestro país “la piel de un indio no cuesta caro”, pues parece que tampoco la de un peruano negro y menos si es pobre, indigente e iletrado.


Este caso nos recuerda algunas de nuestras antiguas taras, como la burocracia legal, la discriminación de todo tipo, la pobreza, el racismo, el descuidado parental, el oportunismo y la presión de la prensa.


Da para pensar en que peligroso puede resultar vivir en el Perú para muchos de nosotros y por diferentes motivos, seamos o no culpables o responsables de ciertos hechos.

 
 
 

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