Por Manuel Arboccó de los Heros
Docente y profesor de Psicología
Estamos en una situación atípica, rara, insólita. Vivir una pandemia no es algo frecuente. Un nuevo virus –el COVID 19-, nos ha puesto “contra las cuerdas” como dicen en el boxeo, nos ha hecho más visibles nuestras limitaciones ha dicho el mismo Presidente de la República; y eso exige de todos nosotros un temporal cambio en la rutina, una distribución particular de recursos y de nuestro tiempo, realizar algunas modificaciones y pequeños esfuerzos. Nada extremo, nada trágico, básicamente quedarse en casa y no salir salvo reales emergencias (carencia de alimentos, necesidad de medicinas), y saliendo de casa por breve tiempo para realizar la gestión y con la mascarilla y guantes del caso.
Sin embargo, hay otro virus con el que tenemos que lidiar, quizá siendo más peligroso que las enfermedades virales. Hablamos del virus de la negligencia. Informan los medios de personas que no les da la gana de acatar la indicación del aislamiento social obligatorio y ven la manera de “sacarle la vuelta” a la norma, generando riesgos no solo para ellos sino para todos. Les cuesta entender que estamos en un ESTADO DE EMERGENCIA.
Así, salen los días que quieren, salen a las horas que quieren, ya sea con el perrito como pretexto o sin él, de manera innecesaria y caprichosa van a hacer compras cuando se les ocurre, y se ensucian en el esfuerzo que muchísimos vienen haciendo para pasar la cuarentena de la mejor manera posible. No se percatan que de no seguir las reglas, esto se extenderá muchos días más perjudicando a todos, pero como decía Camus “la estupidez insiste siempre”. Hemos visto hace poco en los noticieros, operativos policiales para detener a gente que participa de fiestas de fin de semana en discotecas clandestinas con total exposición al riesgo de contagio. Paciera que no nos importa nuestra seguridad y menos la del prójimo.
Empresas paralizadas, colegios y universidades haciendo esfuerzos y maniobras para cumplir el servicio educativo, negocios en pausa y un sistema de salud al tope cuando no colapsado es lo que genera la negligencia de estas personas para quienes SUS necesidades e intereses son lo primordial.
El gobierno ha repetido hasta el cansancio que si toda la población RESPETARA las indicaciones pasaríamos más rápido esta difícil situación; el mensaje es claro y fácil de entender; pero este desorden e indisciplina vista en algunos peruanos demuestra una vez más los problemas mentales, comportamentales y morales que tenemos como sociedad. Nos llega la voz de Sartre diciendo no olvides que “podemos curarnos de una neurosis, pero no podemos curarnos de nosotros mismos”.
Los otros virus, tan agresivos como el COVID-19, son la negligencia, la indolencia, la indisciplina, el egoísmo, la brutalidad y la terquedad y para esos virus no hay tratamiento inmediato, no hay cuarentena que ayude.
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