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Foto del escritorManuel Arboccó de los Heros

EL RETRETE DE LALO

Por Manuel Arboccó de los Heros

Psicólogo - docente





A ver, cuéntame de cuando ibas al baño a ocuparte, cuando eras niño.


¿Queeé?


Cuando de pequeño te enseñaron a ir al baño solo para defecar. Cuéntame. Creo que por ahí va el inicio de esa actitud perfeccionista que tienes y hoy te agobia.


Lalo no sabía qué relación existía entre cagar de niño y su constante preocupación por reducir el error al mínimo. Pero su psicólogo ya le había demostrado antes estar un poco chiflado. Aunque era bastante acertado.




Imagen tomada de la web



Lo había invitado a recordar y así fue como le asaltaron escenas difusas de su infancia y su madre, nerviosa como la abuela, resondrándolo cuando dejaba sucio su cuarto y contenta cuando dejaba el baño limpiecito después de haberse duchado u ocupado. Curiosamente recordó que un día, debía tener unos 8 o 9 años, llegó a casa de jugar en el parque del vecindario con muchas ganas de ocuparse, vamos de hacer el 2, como se suele decir. Pero su papá estaba demorándose demasiado por alguna razón que ya su memoria no alcanzó a compartir. Observó entre aquellas imágenes pretéritas que la empleada doméstica, Raquel era su nombre, tampoco aparecía por ningún lado. La presión aumentaba, el baño de visitas estaba seriamente malogrado y él pequeño, con poco autocontrol visceral, y con los intestinos molestando insoportablemente sintió como salían por entre su short sendas manchas semilíquidas marrones acompañadas de una mezcla extraña de placer, vergüenza y culpa.


No recuerdo más doctor, le dijo Lalo, algo ruborizado.


¿Seguro? ¿Vacea tu mente?


Lalo empezó a asociar la palabra vaciarse de otras formas, pero no se animó a decírselo al psicólogo que parecía muy excitado en este bochornoso episodio excrementicio.


Pero luego asoció algo muy curioso. Casi un mes antes de ese día su madre y su padre tuvieron una descomunal discusión (más intensa que las anteriores) que terminó con Raquel despedida y el padre retirándose de la casa por buen tiempo. Incluso Lalo pensó que sus padres se habían separado por haberse él cagado en la ropa aquella tarde.


Cuando cumplió 10 años, en la fiesta organizada por su madre volvió a ver a su papá quien al día siguiente regreso a vivir a la casa y de ahí no se volvió a ir (o no lo echaron) hasta el día de hoy.

 

 

 

 

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