Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo y escritor
Solo existían dos personas en el mundo a las que él amaba por sobre todas las cosas y de forma intensa: su abuela materna, fulminada por el cáncer y el Alzheimer algunos meses atrás; y su padre, a quien asesinaría esa misma noche y sin dejar opción de capturarlo a la policía.
Empecemos…
¿Por qué matar al padre se preguntarán muchos de ustedes? Las razones no eran pocas para, vamos a llamarlo Renzo. Pero primero hablaremos del pasado.
Cuando Renzo tuvo algo de consciencia veía como su padre solía tratarlo mal como a su mamá. Sus primeros recuerdos están impregnados de tensión, miedo y pena. El padre, a quien vamos a llamar Mario, había asumido desde su juventud un consumo exagerado y peligroso de alcohol y cada vez que le iba bien como cuando le iba mal bebía hasta embriagarse y en ese estado solía practicar boxeo y hasta karate con su familia. Sus propios traumas infantiles hacían imposible un desenlace diferente, al golpear a quien encontraba golpeaba a su vez al pasado, lleno de tristezas y a la vez de frustraciones, generadas por su padre. Como en un maldito círculo vicioso hacía lo que le hicieron y es por eso que Renzo desde pequeño se metía en su armario para evitar ser abofeteado o zarandeado bruscamente por papá. Desde la rendija del armario veía como su mamá era empujada, insultada y arremetida por ese hombre convertido en búfalo. Hasta el día de hoy Renzo siente angustia cuando aparece la imagen de algún búfalo en algún documental televisivo.
Durante la época escolar, donde se destacó en un inicio como un buen alumno, Renzo siempre fue callado, algo nervioso pero muy responsable. Quería contentar a su padre con sus altas calificaciones, con los diplomas y reconocimientos que de tanto en cuanto obtenía en su plantel. Pero las medallas, certificados y buenas libretas fueron insuficientes. Nada parecía serenar a ese viejo desgraciado y poco a poco Renzo fue pasando de aplicado alumno a alumno mediocre, desinteresado y hasta algo problemático.
Y así terminó el colegio sin mayor pena ni gloria. Solo fue uno más como los miles y hasta millones de alumnos que año a año salen de las escuelas de nuestro país. Ese cambio, se hizo muy patente ya en tercer año de secundaria. Hasta segundo año Renzo fue un niño esperanzado, alegre, amiguero y divertido. Pero desde el tercer año se volvió apático, descreído, fastidiado y poco empático. Mientras esto pasaba con él, su madre perdía brillo, sensualidad y dignidad también. Y Renzo la sentía llorar amargamente algunas noches.
¿Cómo entonces amar de forma intensa a un padre así se volverán a preguntar algunos de ustedes? Ocurre que la historia aún no termina. Ninguna historia termina del todo, pues hasta nuestra muerte inicia un nuevo giro para alguien más. Sucede que un 25 de diciembre la madre de Renzo, vamos a llamarla Patricia, murió atragantada con un hueso de pavo durante la cena de navidad. Ni los esfuerzos de Mario, ni los gritos de Renzo y el resto de la familia materna pudieron salvarla. Mario lloraría amargamente en la ambulancia junto al ya cadáver de su esposa que ingresaría a un hospital cercano solo para confirmarse su partida de este mundo. Desde ese día Mario realizó un cambio general, casi dramático en su vida. Luego de este triste episodio seria irreconocible. Mario ya no sería el mismo de antes.
Se volcó hacia Renzo y lo acompañaría, apoyaría, defendería y alentaría como pocos padres lo han podido hacer. Renunció a su trabajo en la textilería y abriría un pequeño negocio que, aunque modesto, le permitía sobrevivir y financiar los gastos de su ahora mermada familia. Renzo notó el enorme cambio y se apiadó de ese hombre venido a menos. Su latente odio fue convirtiéndose en una profunda decepción. Se había convertido para él en un fracaso de padre y en un fiasco como hombre. Mario era un hombre muy triste, lleno de culpas y vergüenza. Y Renzo, como ya había sucedido con su madre, también lo sintió llorar amargamente algunas noches heladas.
La madre de Patricia, a quien simplemente la vamos a llamar la abuela materna, también vio la tristeza encarnada en el padre de Renzo y decidió proponerle mudarse a su casa. Lo apoyaría con las labores domésticas tanto como con Renzo quien ya había iniciado sus estudios de Psicología en la Villarreal. Así ella tendría algo más que hacer que estar ahuesándose en esa enorme casa suya, más enorme que nunca tras la muerte de su amado y amoroso esposo unos años antes. La abuela decidió vender su propiedad, repartir algunas de las ganancias con el único hermano de Patricia y vivir de sus ahorros. Además, invirtió una parte en el negocio de Mario lo que también le aseguraba algunos dividendos para la inevitable vejez absoluta y decadente. Todos estuvieron de acuerdo y así la vida siguió hasta los primeros indicios del Alzheimer y el cáncer avanzado que aparecerían casi al mismo tiempo durante el verano del 2022 a pocos días del cumpleaños 21 de Renzo.
Para entonces Renzo cursaba el sexto ciclo en la facultad y se había ido convenciendo de su fealdad y de su bisexualidad. Pero no era un joven feliz a pesar de las oportunidades que todos veían en él. Había empezado a tomar alcohol, aunque nunca entró de lleno en el mundo de las drogas a las que tuvo fácil acceso desde que ingresó a la vida universitaria. Su círculo de amigos y conocidos se amplió y un buen día llegó a la conclusión que detestaba la vida. Bueno, mejor dicho, detestaba su vida. Y planeó entonces asesinar al padre para luego suicidarse y así terminar con el sufrimiento de ambos, según él. La inminente muerte de su abuela -postrada y entubada en una clínica geriátrica a la que fue a parar- quien se había convertido en un faro en aquella casa, lo dejaba con un gran vacío y la sensación de ningún sentido más por lo que seguir. Ni su carrera, ni su novio Armando, ni su amante Cecilia, ni los vídeo juegos, ni la música, nada llenaba ahora su alma abatida, gris y desesperanzada en que se había vuelto su infeliz existencia. Y asumía que la de su padre era igual de triste y desolada por lo que ideó una forma de acabarlo, pero piadosa, inteligente y casi artística, otra vez según él.
El padre, siempre interesado en circuitos eléctricos y maquinarias se electrocutaría accidentalmente ingresando a la ducha una mañana. Un pequeño desperfecto en la terma, previamente manipulada, debía permitir la resolución del plan. Mano mojada, llave por bajar y eso sería todo. Muerte dolorosa sí, pero rápida. Renzo había heredado cierto interés por los cables y la corriente y no sería tarea difícil perturbar el buen funcionamiento del equipo que calentaba el baño diario en aquella casa. Luego, planificó Renzo con morbosa inquietud, en esa misma ducha ingresaría horas después desnudo y se cortaría las venas hasta que la última gota de sangre saliera por sus muñecas. Se imaginaba una escena perversamente exótica.
Cuando nos contó su plan, la abuela había partido dos meses antes. Y planificó todo para que ocurriese un 25 de diciembre, fecha crítica en la vida de esa modesta familia.
Imagen tomada de la web.
Colofón:
Un día antes, le contaría tiempo después Renzo al diablo, realmente titubeó, sintió que no era sano hacerlo, pero una borrachera épica le quitó cualquier señal de dudas y flaquezas. Al día siguiente ya no se volvieron a oír villancicos navideños en esa casa.
Solo algo muy extraño ocurrió cuando Renzo dejó la vida en ese baño: en la pared del comedor de la casa, un cuadro mal colgado donde aparecía el retrato del padre de Mario parecía querer reírse de todo lo sucedido.
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