Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, educador y ensayista
La justicia se puede entender como darle a cada quien lo que le corresponda o lo que necesita, sin ningún tipo de discriminación o miramiento; sin tomar en cuenta su color de piel, apellido, influencias o nivel económico. En ese sentido es un valor social y moral que permite, o al menos lo intenta, la convivencia armoniosa y pacífica. El asunto es que se vulnera todos los días. Siempre oímos el reclamo de quien siente no se le ha tratado bien y ha sido perjudicado por una decisión arbitraria. La búsqueda de la acción justa es fundamental para la vida social y su significado está en que cuando ella se ejerce las partes en juego perciben que, aunque a veces difícil o dolorosa, la decisión es la mejor posible a hacer, de ahí que al final decimos con cierta tranquilidad aquello de “se hizo justicia”.
Existen dificultades tanto personales como externas o sociales para cumplir con ella. Dentro de las personales, consideramos que nos es más difícil pensarla, entenderla y practicarla cuando tenemos dificultades educativas en temas éticos y de ciudadanía. Cierto narcisismo ético o inconciencia social nos lleva a pensar que la justicia se trata cuando tenemos un problema que me toca a mí y a los míos y no cuando se trata del otro, del prójimo. No siempre contamos con la necesaria empatía, serenidad y claridad de pensamiento para comprender un problema y sus repercusiones en su total cabalidad. En cuanto a las dificultades externas podemos verlo todos los días en los llamados a hacerla cumplir, las autoridades: sean padres, profesores, jueces, abogados. Vemos ejemplos –y lo hemos visto muchas veces- donde se ensucian en el sentido común, en las reglas sociales, en la verdad de los hechos y en las normas para “doblar la justicia” a sus propios intereses. Es sabido, que un sistema que no defiende principios morales como el respeto, la justicia, la solidaridad, la honestidad, la responsabilidad y la libertad, suelen desprestigiar estos conceptos y lo que representan y son un pésimo ejemplo para los miembros de una comunidad. Olvidan que incluso es más “rentable” (palabra muy empleada desde hace años en las sociedades) actuar de manera ética que de manera inmoral.
Como veremos en una segunda entrega organizaciones de la talla de la UNESCO o del BANCO MUNDIAL vienen haciendo esfuerzos para promover el desarrollo de una educación integral –que junte el intelecto, la motivación y lo afectivo- y difundiendo la necesidad de las llamadas habilidades socioemocionales las cuales son tan o más importantes que las estrictamente cognitivas o intelectuales. Así, la autoregulación, la toma de decisiones, la responsabilidad y la práctica de la justicia y la empatía van a la par de la memoria, el cálculo mental, la capacidad de síntesis y la comprensión verbal. Pensemos un rato en esto.
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No es sencillo ni rápido cambiar la mentalidad subdesarrollada de la gran masa, pero pensamos que debe trabajarse a varios niveles. El primero de ellos es el familiar: inculcar en los hijos desde pequeños la importancia de estos valores morales.
Predicarlos con el ejemplo y reforzar su práctica. La escuela, por su parte, debe vivirlos desde temprano. El aula debe tornarse una “pequeña sociedad” pacífica, respetuosa, empática y solidaria. Las instituciones educativas deben priorizar una formación que no deje de lado el desarrollo personal y social de sus miembros. Además, un Estado que promueva los valores morales y vele por hacerlos cumplir, con espacios de permanente difusión y castigando ejemplarmente a todos los que insistan en hacer lo que les dé la gana. Los medios de comunicación –esto es realmente difícil porque se mueven básicamente por intereses económicos más no siempre sociales- tienen que promover buenos ejemplos y levantar el bajo nivel de sus programas con contenidos, ahora, estupidizantes y groseros, saltándose la posibilidad de un entretenimiento inteligente y una información no tendenciosa.
La misma UNESCO viene promoviendo lo que denominan Los cuatro pilares de la educación, a saber: APRENDER A APRENDER, APRENDER A HACER, APRENDER A CONVIVIR Y APRENDER A SER. Esto significa, tener capacidades para gestionar la información y analizarla; a poder tener competencias prácticas tanto para la vida cotidiana como para el mundo laboral; poder relacionarnos con los demás de maneras adecuadas y constructivas y finalmente, SER, es decir, poder dirigir la propia existencia hacia un desarrollo plenamente humano. En esta misma línea, El Banco Mundial viene insistiendo en las habilidades socio emocionales que deben conocer y practicar los escolares de cara al futuro laboral exitoso. Habilidades como ser perseverante, flexible, tener ganas de aprender, así como capacidad de trabajar en equipo, actuar de manera honesto y ser tolerante ante las adversidades son presentadas como necesarias de enseñar en casa y escuela con miras a una inserción positiva en el trabajo y a la larga, como una forma de mejorar el país.
Imagen tomada de:
No se puede prescindir de los valores, menos de los sociales y éticos. Eso sería vivir en una especie de “jungla” donde el animal más fuerte se terminaría de tragar al más débil. Ya algo así viene ocurriendo. Sabemos que es muy difícil que el rico vaya a prisión o al que tiene “vara” se le aplique la justicia. En este sentido, es positivo que hoy altos funcionarios sean juzgados y encarcelados (de merecerlo claro y previo debido proceso como suelen decir los abogados) pues funciona como una lección a la ciudadanía de que la justicia no tiene contemplaciones según apellidos, fortunas o poder político.
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