Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicoterapeuta, escritor y profesor de Psicología
El Dr. Eric Berne, padre del Análisis Transaccional (una teoría de la personalidad, de las relaciones humanas además de una modalidad terapéutica) afirmaba en uno de sus textos “Los padres programan a sus hijos, pasándoles lo que ellos han aprendido. Si son fracasados, les pasarán su programación de fracasados y si son triunfadores, les pasarán esta otra programación. Mientras que el resultado está determinado, para bien o para mal, por la programación paterna, el niño a menudo es libre de elegir su propio argumento” (1). ¿Duro no?
Duro aunque real, quizá muy determinista también. Lo que propone es que las personas mientras intentan realizar bien su trabajo como padres, suelen manejarse en automático. Explicaremos esto.
La mayoría de las veces realizamos nuestro trabajo como madres y padres sin haber pasado por algunas sesiones psicológicas y menos por un proceso de terapia –que nunca cae mal- en estos tiempos acelerados, competitivos, de ansiedades y miedos, como los que caracterizan muchas sociedades humanas actuales. Y eso hace que al educar a nuestros hijos, les pasemos sin darnos mucha cuenta, ciertos mandatos, nuestros prejuicios, estilos, modelos y filosofías de vida. Simplemente los educamos, corregimos, premiamos, castigamos y nos comunicamos con ellos como creemos que debe hacerse, sin reparar en estas formas, estilos y transacciones que analizó gente como el Dr. Eric Berne.
Nuestros hijos reciben nuestras expectativas, miedos, creencias, dudas y hasta traumas que cargamos en nosotros. No hemos limpiado esas páginas negras que la vida, generalmente, nos brinda. Y así, con todo y nuestras “heridas de guerra” nos lanzamos a la difícil tarea de ser un buen padre o una buena madre. Tarea difícil realmente. Cierto es que hay personas buenas, decentes, cultas y sanas (entre otras características) que seguramente hacen un mejor trabajo con sus hijos. Pero la mayoría de las veces, no lo hacemos tan bien, seamos honestos.
Berne pensaba que algunas personas tienen buenos "guiones", entendiendo por guion todo plan de vida otorgado por los padres y demás personas importantes para los chicos (planes que no son del todo conscientes, claro) con los que ellos, los hijos, asumen una postura ante la vida, desarrollan ciertas actitudes, realizan ciertas actividades y no otras, se relacionan con ciertas personas y no con otras (de ahí que no hay “mala suerte” cuando nos juntamos con algunos individuos) “juegan” ciertos juegos psicológicos y no otros (juegos entendidos como transacciones tramposas, inauténticas) y le van dando un desenlace a su existencia.
Dr. Eric Berne, creador del Análisis Transaccional. Imagen de la web.
Aunque la consideramos determinista y reduccionista, “triunfadores y perdedores” (o fracasados) es una sólita clasificación, muy norteamericana dicho sea de paso, que Berne también usó para referirse a gente que logra salir adelante, tener éxito personal, interpersonal y profesional o bien, no lo logra, quedando relegados al papel de segundones, gente que le va mal (los siempre “salados” diríamos nosotros) hasta, en casos más graves, terminar en la cárcel, los hospitales mentales o llegar a la morgue antes de tiempo.
Algunos padres, decía Berne de manera irónica, a veces solo quieren que sus hijos sean “ranas felices”, es decir, un tercer tipo, que sin ser perdedores tampoco triunfan, tampoco ganan. Nos recuerda también que los padres hemos sido programados a su vez (por los abuelos y bisabuelos), para criar y formar “hijos ranas o príncipes”. Tengamos presente que desde pequeño, al niño(a) se le enseña no solamente que debe hacer, sino también qué debe ver, oír, tocar, cómo debe actuar, cómo debe pensar y hasta sentir. Por ejemplo, un paciente nos decía que recordaba de niño como su padre tenía prohibido en casa, sentir pena. Nadie debía sentir ni mostrar la menor señal de pena, de tristeza. Así haya pasado lo que haya pasado. Estamos ante la prohibición de una emoción. Y ejemplos como ese hay muchos en Psicología. Curiosamente, cuando ese paciente llegó a nosotros, venía con el diagnóstico de depresión.
Algunos hijos caen “hechizados” por sus padres, como en los cuentos de hadas. Otros consiguen liberarse y hacer las cosas a su modo (aspiraciones independientes). En ese sentido, los procesos psicoterapéuticos (2) serios, buscan poder romper esos hechizos, revisar y resignificar el pasado, hacer las pases con el pasado y sus miembros (cerrar asuntos inconclusos dirían los amigos gestálticos) y aceptar lo vivido, rescatar lo valioso de ello, mirar nuestras posibilidades futuras y orientarnos hacia un propósito lleno de sentido, asumiendo nuestra libertad y nuestra responsabilidad por lo que hacemos. Y asumiendo valentía y templanza para la cuota de dolor existencial que la vida trae consigo. __________________ Notas: (1 ) Del texto “Qué dice usted después de decir hola”,1988, p. 53. Caracas: Editorial Grijalbo. (2) En el lenguaje del Análisis Transaccional, la psicoterapia actualiza al Estado Adulto del yo con nueva información, nuevas habilidades racionales y una mayor capacidad para tomar decisiones. También estructura al Estado Padre del yo y nutre y anima a nuestro “niño interior”.
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