Por Mario Suárez Simich (escritor y profesor)
Para la Revista Sin Tregua
La crítica peruana aún no ha dado un nombre al fenómeno narrativo de estas últimas décadas; desde mediados de la década del 80 del siglo pasado a la actualidad, la publicación de textos de ficción se ha desbordado a lo largo y ancho del país, cientos de narradores lanzan sus textos, ya cuentos o novelas, en una cantidad que supera con creces cualquier otro momento en nuestra historia. Si bien este fenómeno puede explicarse entre otras muchas razones por el avance de la tecnología, desde el impulso en las redes a la impresión a pedido, o a la divulgación y “democratización” de las técnicas narrativas en los talleres de escritura. Lo cierto es que, al margen de todos estos factores, que no son exclusivos del Perú, la fuerza que impulsa este desborde narrativo es las ganas (y la necesidad) de contar; ayuda nuestra diversidad social y cultural que generan innumerables “universos” sobre los que ficcionan nuestros narradores.
Esto, o algo muy parecido, es la génesis de Nunca nos den por Muertos, Cuentos Urbanos 1, de Manuel Arboccó de los Heros, (Barba Negra, 2024). Los 31 relatos que contiene el libro, breves todos ellos, están más cerca a la crudeza instantánea de la fotografía, que a la amable imagen que intenta dar una postal de viaje. Los textos son las placas donde han emulsionado las impresiones que produce el vivir el “día a día”, el testimonio de un testigo de “hechos cotidianos” enfocados por una lente que busca ser diferente. El universo urbano de la clase media de Lima visto desde una perspectiva que no puede y no quiere desligarse del tamiz de la sicología y donde la “realidad contada” está iluminada por el foco de lo subjetivo y bajo esa luz, cobra el sentido que el autor quiere transmitir.
Así funciona el mecanismo en varios relatos. En Ponte el pantalón y vete, es la visión interior, los pensamientos, de Marilyn, en contra posición a los de Fabián, lo que pone en evidencia la “tragedia sentimental” de éste, respecto a esa “solo amiga” con la que, de manera ocasional, y a voluntad de ella, mantiene relaciones sexuales, mientras él espera llegar a una relación sentimental seria. La frase final de Marilyn: “…se preguntaba fastidiada antes de dormir por qué se había acostado nuevamente con otro mofletudo insignificante.” (Pág. 11), ilumina esta tragedia. De igual manera funciona el relato titulado El sexo es un enano que quiere jugar básquet en la NBA, la historia cuenta en paralelo lo que hace una pareja en casa; ella, de vuelta de una reunión con unas amigas y algo bebida planea una sorpresa sexual para el marido; mientras éste está en la cocina, ella prepara todo en la habitación, pero está demasiado bebida y debido a ello tropieza con el pantalón al intentar quitárselo, cae al suelo y vomita; así la encuentra el marido al entrar a la habitación. Al preguntar qué le ha pasado, la mujer balbucea: “Soy tooodaa tuuuyaaa, amooor”. Frase que subraya la “tragedia sentimental”.
De esta manera, y desde diversos ángulos, el autor nos narra la crudeza de las tragedias, penas cotidianas y situaciones ignominiosa de sus personajes. Las pequeñas derrotas silenciosas que nos va infligiendo la vida por el simple hecho de transcurrir, cómo la realidad va oponiéndose y torciendo nuestra voluntad hasta contrariarla del todo. La manera en que somos víctimas de circunstancias y voluntades ajenas que acaban doblegándonos y convirtiéndonos en perdedores. Como le sucede a Pepe en el relato Peripecias de Pepe camino al catre. El personaje sale una noche de fiesta con sus amigos, el plan es tomar unas copas e ir luego a un burdel, intentando ponerse a tono para la ocasión, Pepe se confunde y toma las pastillas equivocadas y estas le producen un profundo sueño. A la mañana siguiente es despertado por la señora de la limpieza y cae en la cuenta que, por segunda vez en poco tiempo, le han robado la billetera. “¡Maldita sea, otra vez no!” Una frase que ilumina su tragedia.
Los relatos son también puntos de intersección de los muchos problemas que azotan Lima como la gran urbe. La delincuencia, la mala influencia que ejercen las redes o la televisión en una juventud poco instruida, la soledad, los problemas familiares y generacionales, la violencia de todo tipo o el enfrentamiento personal ante el envejecimiento son la materia prima del que surgen estos relatos escritos con eficacia y pulcritud, bien manejado en los puntos de vistas y con un acertado esbozo de los personajes. Pero más allá de las tragedias vitales, del fracaso en las relaciones interpersonales, de las derrotas cotidianas, de los agravios del tiempo, Nunca nos den por Muertos, acertado título, que no pertenece a ninguno de los relatos, pero que como tal da sentido a todos ellos, nos invita a resistir a este muestrario de adversidades que nos acechan en todas partes y en cualquier lugar de la gran ciudad. Es una llamado a la resiliencia, a nuestra capacidad de adaptarse y sobrevivir emocionalmente ante cualquier circunstancia adversa.
La necesidad de contar de Manuel Arboccó de los Heros, nos ofrece la oportunidad de acceder a una colección de relatos cuyo mayor mérito es dejar en el lector una saludable sensación de inquietud.
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