Por Manuel Arboccó de los Heros
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I. Hombres que se sienten mujeres, mujeres mayores que se siente chiquillas, niños que tienen relaciones sexuales como adultos, adultos que se comportan como niños majaderos, muchachitos que a veces se autodenominan homosexuales pero otras veces también bisexuales cuando no pansexuales. Hoy (casi) todo el mundo vive confundido. Veamos algunos ejemplos.
Peruanos de rastros andinos que se sienten caucásicos; sangre serrana corre por las venas en compatriotas que se identifican como blancos europeos por su apellido o por sus ingresos mensuales. Vemos personas que se creen perros y otros gatos; no es una broma. El “hombre leopardo” acompaña a cientos de hiper tatuados -y ahora perforados- para parecer cualquier otro ser menos humano. La “mujer diablo” y el “hombre lagarto” brindan entrevistas y aparecen en realitys conversando de sus experiencias cotidianas.
Hoy hay hombres que se enamoran de muñecas inflables y otros no contentos con eso piden “a catálogo” que una empresa les prepare su “mujer ideal” (la cual llega por delivery), pues un poco de silicona y cabello postizo es más gratificante que una mujer de carne y hueso, relación siempre probable de tensiones. También están las mujeres que compran penes de hule y se enamoran profundamente de alter egos construidos desde alguna red social, identidades irreales con los que forman romances irreales cuya duración está supeditada a la presencia de internet y de una computadora a la mano. Todo digital, todo ficticio, como la película HER (dirigida por Spike Jonze y con la actuación genial de Joaquin Phoenix).
Hasta hace unos años los niños solían tener perros y jugar con ellos. Hoy hay perros robots que deben ser “alimentados” cada seis horas y con los que el niño juega como quien maneja un play station. Ladran, mueven la colita robótica y hacen su caquita virtual de vez en cuando, aunque esos niños pierden así la posibilidad de tocar a un perro real, de olerlo, de acariciarlo, de jugar con él, de sentirse acompañados y de responsabilizarse “de verdad” de un ser vivo, además de noble.
La “sologamia” y los “matrimonios con mascotas” son tendencias absurdas cuando no psicóticas que empiezan a aparecer como pedido de algunos que no saben qué hacer con sus vidas en lo social y lo afectivo. Incluso se exige su aceptación en los códigos normativos vigentes. El ser humano va perdiendo así su humanidad, su capacidad de contacto, de vincularse con otros y de conformar grupos de soporte y formas de sentido. Nunca antes hemos estado tan rodeados de aparatos, de aplicaciones y de tecnología fría. Quizá nos hemos contagiado precisamente de eso, de esa frialdad metálica y plástica.
II. Ya no es necesario ir a la tienda, saludar, conversar, solicitar algo pidiendo por favor y mirando a la cara para luego despedirse con un “hasta luego”. Nada de eso. Hoy con los aplicativos todo nos llega rápido, fácil y barato a la casa. Hoy “todo es ilimitado” y al instante, menos la empatía, la comunicación y la colaboración.
La especialidad médica más rentable –según diversos reportes- es hoy la cirugía plástica. Si no me gusta ni mi cara, ni mis pechos, ni mi barriga, ni mis piernas, ni mi trasero, ni mis genitales, pues no hay problema: contamos con bisturís, botox, liposucciones, cremas antiarrugas y cremas antienvejecimiento (¿cómo si evitar el envejecimiento fuera posible?). Además, los miércoles y viernes hay descuentos increíbles en las farmacias por lo que uno no puede ceder a la tentación de comprar más y más pastillas, cremas y multivitamínicos. Todo con tal de evitar el paso del tiempo y la muerte. Además, hay 2x1 en ansiolíticos.
Muchas personas no se sienten a gusto ni con su edad, ni con su cara, ni con su sexo, ni con su familia, ni con su país. Modalidades intermedias, andróginas y alienadas o del tipo “outsider” son más comunes hoy. Vemos los prefijos a, pan, inter, poli y trans antes de hablar de sexualidad y se publican todos los días rarezas ocurridas desde lugares remotos tanto como a la vuelta de la esquina. Y resulta que ahora TODO es normal, o debe serlo pues el slogan “es mi vida y hago lo que quiero” es casi un artículo constitucional sujeto a cero críticas.
Esta sociedad está al borde de normalizar la psicosis, es una sociedad pro-psicótica. El antiguo régimen manicomial se impone ahora como estilo de vida vigente y preferible. Y ten cuidado de opinar distinto amigo lector, pues no faltarán los que te acusarán de antiguo, conservador, ortodoxo y abusivo defensor del sistema patriarcal machista y retrógrado. Y si insistes, verán la forma de callarte violentamente, pues eso sí, vaya que justifican su prepotencia.
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Manuel Arboccó de los Heros, Psicólogo clínico, ensayista
Articulista del Diario Oficial El Peruano
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