Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, escritor y docente
Ezechia Marco Lombroso, más conocido como Cesare Lombroso (1835-1909) fue un médico italiano que alcanzó fama por su trabajo como criminólogo en aquella época.
Ezechia Marco Lombroso (Verona, 6 de noviembre de 1835 - Turín, 19 de octubre de 1909). Imagen tomada de la web.
Para Lombroso y sus discípulos, la criminalidad era innata y podía descubrirse estudiando el rostro del individuo. Cejas muy pobladas, una nariz prominente, mandíbula salida, forma de las orejas y de los arcos superficiales, así como otros rasgos no muy simétricos o poco estéticos podían ser las suficientes pruebas para dudar de la honorabilidad de un sujeto. De ahí que era práctica común por parte de la policía el hacer redadas y comenzar por detener a los hombres de aspecto más sospechoso, entiéndase, feos, con cicatrices, de piel oscura, además de sucios y desaliñados. Que no se me acuse de discriminador o de racista, esa era la modalidad de trabajo de entonces.
Las redadas no solían ir tras los hombres con educación, limpios, bien vestidos, además de piel blanca y apuestos. Los hechos fueron demostrando que el color de piel, la simetría o la asimetría craneal o el tamaño de los pómulos no tenían que ver necesariamente con la responsabilidad de un crimen. Fueron encontrándose asesinos y delincuentes que bien podrían haber salido bien librados si éramos rígidos lombrosianos. Un ejemplo fue el tristemente célebre Ted Bundy, asesino serial apuesto, carismático y con estudios universitarios. Lo más probable es que el asesino de las prostitutas inglesas del siglo XIX (conocido como Jack el destripador) aprovechara el anonimato que le daban sus estudios en cirugía y la solvencia económica.
Hoy se habla de factores que llevan a la criminalidad como son las carencias afectivas y morales, familias disfuncionales, ambientes tugurizados, falta de una buena educación y oportunidades, marginalidad y pobreza, además de temperamentos particularmente predispuestos. A pesar de esta forma de “detectar” criminales, ya Lombroso llegó en algunas de sus obras a mencionar también como factores criminógenos el clima, la densidad de población, la alimentación, el alcoholismo, la instrucción, la posición económica y hasta la religión.
Ahora bien, cuando nosotros salimos a la calle y nos pasamos a la acera de enfrente por temor a cruzarnos con esos sujetos que -como dice el pueblo- tienen “cara de choros”, ¿será que estamos siendo discípulos prejuiciosos de Lombroso? ¿O es que si lo son y sus caras los delatan?
Comentários