Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, docente universitario
Imagen tomada de:
Fue Erich Fromm (psicoanalista miembro del grupo de investigadores de la Escuela de Fráncfort, en Alemania) quien clasificó a los hombres según su orientación necrófila y biófila; es decir entre los que aman la muerte y los que aman la vida. Claro, el mismo sugiere que es raro encontrar personas que sean totalmente de una sola de estas orientaciones. En muchas personas, agazapada, diríamos, está presente alguna tendencia mezquina o bien, alguna positiva y saludable. El asunto es cuál de estas tendencias domina el corazón del hombre. Dicho sea de paso, “El Corazón del hombre” es el nombre de una de sus obras más conocidas y en esta afirma: “La persona con orientación necrófila se siente atraída y fascinada por todo lo que no vive, por todo lo muerto: cadáveres, marchitamiento, heces, basura” (Fromm, 2016, p. 42). Sujetos así son fríos, esquivos y aman todo lo que no crece, todo lo que es mecánico y tratan a las personas como cosas. Sus sueños tratan de asesinatos, sangre, cadáveres. Tienen una piel que parece muerta, dice Fromm, pueden ser obsesivos, pedantes, controlados, les fascina la fuerza y el poder.
Por su parte, la orientación biófila tiene como esencia su amor por la vida y se expresa en todo el hombre (actitudes, gestos, comportamientos, decisiones). “La tendencia a conservar la vida y a luchar contra la muerte es la forma más elemental de la orientación biófila”, afirma (p. 51). Son personas productivas, prefieren construir que conservar o destruir, “…quieren moldear e influir por el amor, por la razón, por su ejemplo, no por la fuerza” (p. 53).
La condición más importante para el desarrollo del amor a la vida en los niños es estar con gente que ame la vida, y esto se refleja en las palabras que empleamos, los gestos, el tono de voz, nuestras respuestas. Fromm da algunas condiciones necesarias para el desarrollo de la actitud biófila: cariño, relaciones afectuosas con otros durante la infancia, enseñanza de los principios que conducen a la armonía, el respeto y la vida productiva y estimulante.
Finalmente, Fromm señala que la mayor parte de las personas son una mezcla particular de estas dos orientaciones y lo importante es cuál de ellas predomina. Pero, en su texto advierte: “Nuestra actitud hacia la vida se está haciendo hoy cada vez más mecánica. Nuestro propósito principal es producir cosas, y en el proceso de esta idolatría de las cosas, nos convertimos en mercancías. A los individuos se les trata como números…”, seguidamente señala “…en centros gigantescos de producción, en ciudades gigantescas, en países gigantescos, se administra a los hombres como si fueran cosas; los hombres y sus administradores se convierten en cosas, y obedecen a las leyes de las cosas. Pero el hombre no nació para ser una cosa: es destruido si se convierte en cosa; y antes de que eso se realice, se desespera y quiere acabar con toda su vida” (p. 67-68).
Es muy estimulante y en buena cuenta biófilo, leer y estudiar los trabajos de Erich Fromm.
____________
Fuente:
Erich Fromm, El Corazón del hombre (2016). México: Fondo de Cultura Económica.
Comments