Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, escritor
La mayoría de mis pocos amigos se desviven por tener algún negocio, y que éste crezca como la espuma y sea un éxito rotundo. Ser sus propios jefes es su principal meta, yo me pregunto si quizá el haber tenido experiencias difíciles con sus anteriores jefes es lo que los lleva a renunciar a trabajar para otros, en mi caso no he tenido mayor problema en hacerlo. Siempre me he llevado bien con los que han cumplido ese cargo en donde he trabajado. No hemos sido amigos, pues hay una distancia obvia entre jefe o dueño y empleado, pero ha habido al menos respeto y en algunos casos bastante consideración. Tampoco yo esperaba más ni lo pedía. Es el trabajo y esas cosas pasan. Eso sí, nunca promoví despelotes en la oficina ni hice cagadas considerables como para que me miraran mal. Cumplí bien con mi chamba y se me pagó por ello. Todo bien. Nunca me maltrataron ni levantaron la voz. A otros hasta les gritaron y me contaron que a Jiménez (un antiguo compañero en la empresa de papeles de baño donde trabajé) hasta lo escupieron. Ya eso es un exceso, un memorándum hubiera bastado, pero el Sr. Toledo sí que era un mal nacido, y encima Jiménez era bastante torpe y medio masoquista.
Por otro lado, mis amigas quieren que se les considere empoderadas. Algunas más que empoderadas parecen emputadas. Tienen un resentimiento tardío heredado de la abuela avasallada por el machismo del abuelo y ahora consideran que es su momento de revancha, pero de revancha generacional. Una vez Cecilia, en la fiesta de Rodolfo, media ebria y enardecida me imputó lo siguiente: “Algún día los machos pagarán caro todo lo nos hicieron en los últimos 2500 años”. Recuerdo haberle dicho “¿yo no les hice nada? Pero ella se fue murmullando “fuera huevón”. La oí. Pues bien, Cecilia y su batallón ahora tendrán el poder y bailarán sobre nuestras tumbas como cantaban los chicos de la banda Siniestro total.
No tengo nada que vender y si tuviera no sé cómo hacerlo. Ese de ofrecer algo no va con mi personalidad esquiva, reservada y hasta vacilante. Y sobre todo me cansó rápido. Si algo no sale bien y rápido me canso. No significa que sea intolerante y me frustre y aparezca la ira concomitante a esos sucesos. No. Solo me canso, físicamente me agoto, me debilito y me desanimo. Me desinflo, soy medio anémico también. Mantengo el buen humor, pero termino postrado literalmente en algún mueble. No tengo ese espíritu decidido, audaz y resiliente como el de aquellos triunfadores que aparecen en el Facebook y demás redes sociales. Todos siempre sonrientes y con cara de haber tenido un orgasmo la noche anterior. O los de la Tv siempre acelerados, ganadores y llenos de libido. Bien por ellos, pero no me aseguren que si le echo ganas seré un campeón mundial de naipes. No me mientan, todos los días trato de echarle ganas y solo me dura hasta llegada la noche, tiempo suficiente para cumplir mis tareas del día y sacarle una sonrisa a la vida, nada más.
Tampoco me tomen por un depresivo o un apático, nada más lejano de la realidad. Soy un tipo tranquilo y agradecido con la vida. Estoy vivo y tengo como sobrevivir y eso en el Perú es casi como sacarse la lotería. A lo que voy es que hoy muchos se desgastan viendo posibilidades de inversión, de comprar y vender cosas, de hacer negocios, de llenarse de dinero y de ser así por fin plenamente felices, de atraer la prosperidad asistiendo a cursos y leyendo libros de autoayuda, incluso hay quienes ofrecen hacer de ti una marca y de proyectarla al mercado (¿tu personalidad puede ser una marca?). ¡Que el mundo sepa quién eres! dicen los publicistas (¿y quién demonios soy?) Hasta el infinito y más allá, como diría Buzz Ligthyear. Y lo que yo menos quiero es desgastarme, recuerden que soy enclenque, medio flemático y ya empezaron a dolerme las rodillas.
No sirvo para estos tiempos, no soy audaz y no sé moverme bien en las redes que es el lugar donde hoy por hoy uno existe. La famosa sentencia cartesiana llevada al latín “Cogito ergo sum”, habría que actualizarla por esta otra: “Estoy en el tik tok y el Instagram luego existo”. No soy un emprendedor ni estoy empoderado. Ni quiero serlo. No tengo mucho que ofrecer. Ni me interesa lo que vendes o lo que te compras. Solo déjenme en paz y paren un poco con tanta aceleración y ansiedad.
Voy por la crema para las rodillas.
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