por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, profesor universitario
En este mes patrio planteamos algunas preguntas: ¿qué es ser peruano?, ¿qué significa eso?, ¿qué representa?, ¿puede el hecho de haber nacido en un mismo país implicar una identidad como colectivo?, ¿qué nos une a los peruanos? (si es que hay “algo” que nos una, claro), ¿existe pues un sentimiento de peruanidad?
Pero no hay un solo Perú si pensamos en el nuestro como un país plurirracial, plurilingüe y pluriétnico. Existen peruanos que bien podrían pasar por ciudadanos europeos por su forma de pensar, sentir y comportarse, o por sus ingresos económicos y estilos de vida, aspiraciones, metas e inclusive sus particulares problemas; sin mencionar aspectos físicos.
Por otro lado, existen un inmenso grupo de peruanos que viven alejados de las grandes ciudades, de espaldas a casi todo y a quienes el brazo del Estado no los alcanza, salvo para recibir sanciones cuando deciden levantarse en huelga o cuando de visitas por campañas políticas se trata. Ahí sí, “su voto cuenta”.
Pensamos que el Perú es un país fragmentado, herido en su amor propio, golpeado en su autoestima desde la cruda Conquista y escuchando aún la metralla de la ocupación chilena del siglo XIX. Festejando batallas perdidas en su gran mayoría, y levantando la honra de nuestros héroes, cuyos retratos en las paredes de los colegios ya no significan nada para nuestros (algunos) deficientes colegiales que ni siquiera son capaces de reconocerlos en un libro de Historia. Muchos de estos preferirían que se colgaran más bien las fotos de sus personajes de “reality”.
Un país con la figura paterna ausente, distante y floja; cuando no tirana y cruel. Quizá por eso nos cuesta aceptar reglas y siempre buscamos sacarle la vuelta a la norma, sea un político, un jugador de fútbol, un estudiante o un cliente, de quien hablamos. Nos cuesta incorporar la idea de respeto, autoridad justa o autoridad, al fin y al cabo.
Se ve bonito embanderar la ciudad en julio, escarapelas por doquier en Fiestas Patrias, el “Somos libres” resonará en muchos eventos oficiales, pero consideramos que esas manifestaciones externas bien deberían ir acompañadas de un “embanderamiento interno”, un intentar sentirse perteneciente a este país, a este suelo, y entenderlo como un suelo de todos, aunque seamos de diferentes etnias, posiciones económicas, lugares y religiones. Posibilidades tenemos de encontrarlas, claro. Es una tarea interdisciplinaria. El panorama no es totalmente oscuro, hay pueblos y naciones que se han liberado de sus taras y limitaciones, son resilientes y han curado sus heridas. Hay tarea por hacer.
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