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Foto del escritorManuel Arboccó de los Heros

NOSOTROS Y NUESTROS CUERPOS

Por Manuel Arboccó de los Heros

Psicólogo clínico, articulista y profesor de Psicología



Desde mediados del siglo XX, poco más o menos, vemos desde la Psicología, una serie de manifestaciones -que van desde curiosas hasta perversas- en relación al manejo de nuestra corporalidad. Desde los coquetos piercings femeninos, pasando por implantes y cirugías plásticas por doquier (con jugosas ganancias económicas a los cirujanos plásticos, hoy la más “rentable” de las especialidades médicas) hasta tatuajes extendidos por toda la piel -genitales y ojos incluidos-, y ahora, vemos con sorpresa la “moda” de colocarse sustancias debajo de la piel como el silicio, el acero o el titanio (implantes subdérmicos), hacerse quemaduras dejando cicatrices para mostrar (queloides), limarse dientes, cortarse lenguas por la mitad, deformarse orejas y hasta cercenarse (sí, amputarse) los dedos de las manos. Ya está sucediendo.


No desconocemos antiguas prácticas culturales, que los antropólogos y etnólogos bien han documentado (como los ritos de iniciación a la llegada a la pubertad masculina, entre otros) muchas veces dolorosos, pero dentro de un contexto específico y siguiendo pautas sociales que cumplen una importante tradición en sí mismas. Hablamos ahora de una tendencia en las grandes sociedades modernas a modificar el cuerpo porque está de moda o por aburrimiento o buscando desesperadamente algo.


Imagen tomada de:



Ese “algo” podría ser una identidad. Ciertas personalidades frágiles o de un carácter precario (recordemos que todo esto tiene mucha mayor acogida entre adolescentes y jóvenes desequilibrados) podrían buscar algunas de estas dramáticas modificaciones corporales para ocultar así situaciones que ciertamente ya limitan con la enfermedad mental. Vemos ahora a los denominados por los medios como “el leopardo humano”, “la mujer vampiro” y “el hombre lagarto”, dando inclusive entrevistas como estrellas de la televisión.


De pronto, hay quienes buscan quemarse la piel, llenarse de implantes o tatuarse ciertas zonas para sentir algo (aunque sea dolor), otros para generar miedo al que lo ve (aunque son ellos los que están aterrados), o para verse muy seguros e independientes (cuando ellos mismos internamente andan inseguros y cargan muchas dudas), Algunos buscarán una forma de reconocimiento (su tatuaje, su quemadura o su piercing es su nueva tarjeta de identificación, su medalla, su esperado galón). Finalmente, esto está asociado también como forma de dejar atrás el pasado y lo que éste le representa junto a una forma de adoptar una postura muy distinta de su grupo primario con el que han roto palitos y desean alejarse. Los motivos difieren pues las personas no son idénticas y muchos comportamientos son multicausados. Acá intentamos bosquejar alguna explicación de estas prácticas, teniendo las más dramáticas un fondo psicótico, no lo dudamos.


El cuerpo no constituye solo una forma ajena para captar el mundo que nos rodea y responder a sus estímulos, por el contrario, es un medio de conexión existencial entre ese mundo y el sujeto, y dentro de una forma particular de significados. El cuerpo funciona como intermediario para el encuentro entre las personas. ¿Qué significados, qué encuentros, qué mensajes estamos manifestando ahora?

¿Hay algún límite a esto? ¿puedo hacer lo que quiera con mi cuerpo? El cuerpo, mi cuerpo, es la exteriorización de nuestro ser, es el vehículo que transporta lo que soy, pienso, muestro y deseo. No hay persona sin cuerpo (por más proyecto de inteligencia artificial) así como no hay cuerpo que no permita la realización de funciones fisiológicas, psíquicas y sociales (salvo estados vegetativos, comatosos o el cuerpo del cadáver). Pero estos nuevos cuerpos todos tatuados, cortados, llenos de artificios y ahora ya mutilados, ¿acaso no reflejan también tiempos donde nos sentimos así? ¿en gran parte desposeídos, confundidos, cosificados, inauténticos y falsos?

Sabemos ya de muchachitas que están entrando a la sala de cirugía para ponerse pechos, por una mejor nariz o por más potito, y esto con consentimiento y como regalo de “15 años” de sus generosos padres.


Junto a todo esto tenemos también, los problemas con la alimentación (anorexia, bulimia, obesidad mórbida) y hasta con el ejercicio (vigorexia); además del alcoholismo y demás adicciones, lo cual que repercute anatómica, fisiológica, tanto como psicológicamente en la persona que lo presenta. En algunos países a los muchachos ya no les basta beber alcohol, sino que lo hacen ingresar al cuerpo vía anal, vaginal o nasal, luego muchos son llevados de emergencia a los hospitales. Otros, ya no solo se drogan, sino que buscan sustancias extrañas para hacerlo, ya sea inhalando o fumando cosas tan raras y peligrosas como la baba tóxica de ciertos sapos, una mezcla de detergentes caseros, las telas de araña, las semillas de ciertas plantas, cáscaras diversas y heces humanas fermentadas, así como pinturas y barnices de todo pinto. Suena estúpido, suena increíble, pero es real. Y está documentándose.


Colofón: Nunca hemos tratado tan mal o de manera tan extraña nuestros cuerpos como en estas últimas décadas, y a pesar de tener el conocimiento (las ciencias) y las técnicas para cuidarlo, nutrirlo, sanarlo y preservarlo. La salud mental de la gente es de pronóstico reservado.

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