Por Manuel Arboccó de los Heros
En los años sesenta el psicólogo Roberth Rosenthal (1933) realizó el siguiente experimento educativo: evaluó a un grupo de alumnos con pruebas para medir el potencial académico. Como era de esperar, algunos obtuvieron niveles muy altos, otros niveles medios así como por debajo de lo esperado. Luego se dividió a los alumnos en dos grupos, considerando a unos como alumnos con mejor potencial y otros como alumnos promedio y/o de bajo nivel.
Con estas “etiquetas” de buenos y no buenos fueron presentados a sus profesores quienes debían hacer el mejor trabajo posible con ellos el resto del año escolar. ¿Qué ocurrió? Pues lo esperado. Los estudiantes del primer grupo al final obtuvieron promedios más altos que los del segundo grupo. Sin embargo, Rosenthal había ocultado algo a los profesores (como parte del experimento). Éstos habían pensado que se les había asignado -en todos los casos- buenos estudiantes así como no tan buenos según los grupos, no habiendo sido necesariamente así siempre. Los grupos, eran pues mixtos.
Imagen tomada de la web
Este experimento comprobó que las actitudes y creencias de los docentes influyen directamente en el rendimiento de los alumnos. Estas actitudes pasaban, según investigó Rosenthal y sus colaboradores, a generar un mejor clima en el aula, dar mayor posibilidad de respuestas y oportunidades, un mejor trato al alumno, una mayor retroalimentación así como más esfuerzo del docente para que el alumno entienda los temas. Al fin de cuentas, estos alumnos “tenían potencial” según las pruebas iniciales.
Este experimento es conocido como “el efecto Pigmalión” recordando el mito griego donde Pigmalión, un escultor, decide crear a la mujer de sus sueños, Galatea, deseando cada noche que algún día la estatua cobrara vida. Tanto fue su deseo que la diosa Afrodita al verlo le concedió la dicha de tener a la amada dándola vida a la fría escultura. De esta manera, el deseo, la expectativa y la esperanza se convirtieron en realidad, como en los trabajos del psicólogo Rosenthal. Luego de hablaría en Psicología del efecto en positivo (para conseguir resultados óptimos) y del efecto en negativo (lo contrario).
Este efecto vale no solo en el ámbito educativo. Pensemos lo que ocurre en casa, en una empresa o en un club deportivo. Las expectativas, actitudes y creencias en el comportamiento de un padre para con su hijo, de un profesor para con su alumno, de un jefe para con su empleado y de un entrenador para su dirigido influyen directamente en el rendimiento y la conducta de los mismos. ¿Estaremos actuando como Pigmalión? ¿O no?
El libro más conocido de este psicólogo es precisamente el que lleva por título Pigmalión en el aula (1968).
Mag. Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, escritor y divulgador de temas psicológicos
Lima-Perú
*Este artículo aparece en el libro Grandes psicólogos y psiquiatras de la historia (2023). Lima: Aleph.
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