Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, escritor y docente universitario
El psicólogo Martin Seligman (1942 - ) en los años sesenta realizó un famoso experimento donde trabajó en un laboratorio con grupos de perros. Si bien a todos se les ponía en una situación dolorosa (recibirían pequeñas descargas eléctricas en el suelo de la jaula) dos de esos tres grupos podían detener la descarga con solo mover una palanca cercana, más, el tercer grupo estaba indefenso, nada podían hacer para evitar la situación dolorosa, pues su palanca no funcionaba.
Tiempo después, todos los grupos de canes fueron colocados en lugares de donde podían escapar de los mismos choques eléctricos con solo saltar al otro lado de la jaula. Pero curiosamente los perros que habían experimentado las primeras descargas como inevitables no lograron aprender a evitarlas o si quiera a escapar de ellas. Se observó también que se volvían menos activos y disminuía su apetito. Estaban derrotados, diríamos y seguramente muy estresados por todo el experimento.
Pensemos en todas las implicancias que tiene esta situación psicológica llamada desamparo aprendido (o desesperanza aprendida) en la vida cotidiana, en las aulas de clase y el rendimiento escolar, en los negocios, en el deporte y sus resultados. Es muy humano ya no hacer nada (o no esforzarse de más) cuando estamos convencidos que ninguna acción nuestra puede servir o ayudar para cambiar las cosas o la situación adversa. Solo queda el abandonarse, rendirse, asumir nuestra “suerte” o “destino” como hemos escuchado decir a no pocas personas. Darse rápidamente por vencido incluso si la tarea no es particularmente difícil, llegando incluso hasta no “disfrutar” un logro al considerar que poco tuvimos que ver con el mismo.
Otro concepto propio de la Psicología, asociado al de desamparo aprendido es el de locus de control. Éste viene a ser la percepción de las personas del nivel de responsabilidad que tienen sobre su propio actuar y su vida, sobre sus éxitos y sus fracasos; por lo tanto, existe un locus de control interno y uno externo. En el primer caso (locus de control interno), vemos la existencia de un grado significativo y saludable de independencia personal y mayor capacidad de logro. En el segundo caso se supone lo contrario, esto es pensar que es la suerte, el destino, los misterios y hasta los astros o el mismo Dios los que manejan los hilos de todo cuanto nos pasa.
Para Salvat (2017):
“Los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por Seligman sugieren que, una vez que un organismo (ya sea un animal o un ser humano) ha experimentado repetidos acontecimientos negativos de naturaleza incontrolable, tiende a asumir una actitud dócil y pasiva, a no buscar posibles vías de escape o soluciones. Esta tendencia permanece incluso en el caso en el que el organismo se encuentre en una situación nueva y potencialmente susceptible de control” (p. 121).
La indefensión aprendida se ha asociado con la depresión, así como con estilos personales caracterizados por el desaliento, la apatía, la desesperanza y la vulnerabilidad. El mismo Seligman (asociado en los últimos años a la corriente llamada psicología positiva), ha seguid estudiando la cuestión y últimamente los neurocientíficos andan buscando qué ocurre en el cerebro del que ha aprendido a rendirse antes de tiempo.
Psicólogo Martín Seligman, imagen tomada de la web.
Seligman también es un psicólogo que ha escrito textos imprescindibles para estudiar temas como la felicidad y el sentido del humor. Entre algunos de sus títulos destacan: El niño optimista (1997); Felicidad auténtica (2002); Fortalezas y virtudes del carácter (2004); Florecer (2011); Psicoterapia positiva (2018) y El circuito de la esperanza (2018), por mencionar solo algunos.
Referencia:
- Salvat (Editorial). (2017). Martin Seligman. La psicología positiva. Colección Comprende la Psicología.
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