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Foto del escritorManuel Arboccó de los Heros

SOBRE LOS INTROYECTOS: Tu voz y mis propias voces

Por Manuel Arboccó de los Heros

Psicólogo, psicoterapeuta y divulgador de temas psicológicos




¿Cuánto de mí es solo tu voz, encarnada en mí?”, canta el músico nacional Rafo Ráez. En psicoterapia, trabajamos con los “yo soy” que trae cada persona. Ejemplo: yo soy triste, yo soy romántico, yo soy fregada, yo soy frágil, yo soy irresponsable, yo soy un amargado, yo soy un alcohólico, etcétera.


Consideramos –desde una mirada humanística y existencial– que el “yo soy” nos define, nos delimita, nos pone en un molde, un cierre (definir es poner un fin); en palabras del psicoterapeuta Alejandro Unikel: “Existir es un proceso, no un estado; nuestra vida es una película, no una fotografía”. Lo explicaremos a continuación y daremos unos ejemplos más.


Si yo asumo que “soy alegre” (cosa que está bien y cuenta con buena fama), eso puede generar que no acepte la tristeza en mí cuando ésta aparezca, y eso podría ser un problema porque la tristeza es una emoción básica, muy natural en ciertos momentos, como son la muerte de un ser querido, una enfermedad inoportuna que nos cambia los planes o el dolor mismo de alguien que aprecio mucho. Encima no faltarán las voces de los que repiten eso de “hay que ser fuerte”; es decir, cero tristeza, cero dolor. De esa forma no me permitiré vivir la tristeza de manera natural y pasajera, y esto –paradójicamente– puede llevar a una depresión debido a un estancamiento de esa tristeza no permitida. Esa persona podrá ir a un psicoterapeuta calificado para trabajar esa tristeza, y sentirla, entenderla y acogerla. No está mal estar triste, a veces la vida duele. Decimos esto porque en esta sociedad hay una suerte de permiso para ciertas emociones y sanción para otras. Hay una tonta manía persecutoria de la felicidad, como si siempre debiéramos serlo y como si fuera ten fácil alcanzarla y mantenerla perpetuamente.


Imagen tomada de la web.



Ahora otro breve ejemplo. Si yo me defino como “soy una persona seria”, significa que lo opuesto (y el hombre es un ser de polaridades y contrastes, no lo olvidemos), lo opuesto decíamos –una persona espontánea, jovial, divertida– no será aceptado, ni entendido, ni buscado en sí. Lo niego, lo desconozco. A pesar de que cuando chicos(as) sí nos mostrábamos divertidos y juguetones, pero en algún momento, empezamos a dejar de actuar así, quizá porque alguien en casa o en la escuela (los dos principales lugares donde nos etiquetan) nos decía “Tú eres seria”, o “tú eres tranquilo”, o “tú eres así” y “tú eres asá” y nos lo dijeron tantas veces que ese “tú eres” se convirtió en mis “yo soy”.


Finalmente, nos convencieron de ese atributo, de ese adjetivo, que luego pasó a ser un rasgo de nuestra personalidad. Pensemos en algunos de esos “soy”: inútil, infantil, nerviosa, inmaduro, desconfiado, torpe, infiel, atolondrada, mentiroso, alcohólico, sucio, fea. De esa manera, incorporamos –interiorizamos– esa voz externa (voces negativas como pueden ver en los ejemplos señalados) y la hacemos propia. Y nos pasamos el resto de la vida confirmando ese adjetivo. Por eso es beneficioso hacernos la misma pregunta del músico en su canción señalada al inicio, para revisar esos “yo soy” y ver cuáles nos hacen justicia, cuáles son útiles y nos dan posibilidades y cuántos, por otra parte, son inexactos para con nosotros mismos, y, por cierto, muy limitantes en la vida. Y si solos no podemos, pues vamos a buscar algún psicólogo.



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