Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, escritor y docente universitario
Reseña del libro Commute hours, de Iván Reyna
Año: 2024, Lima-Perú.
Ediciones Vicio perpetuo, vicio perfecto.
Páginas 78.
Este libro conformado por 8 cuentos de Iván Reyna nos invita a revisar historias que giran en torno al tiempo, el caos de la ciudad, el aburrimiento de la rutina diaria, la incomunicación, la sorpresa, la crítica interpersonal, el desarraigo, la desesperación, los vínculos.
Así tenemos en el primero, titulado como el libro mismo, Commute hours, una historia que parte de ese tráfico feroz, desesperante y donde la historia de Javicho y de Cucho es la historia de muchos. Dos personalidades distintas que enfrentan el mismo problema según la forma de vivir y ser de cada uno de ellos. Uno paciente y de buen humor y el otro irritable, impaciente e imprudente. Y es esto último lo que hacia el final generaría un fatal accidente.
Comer, dormir y vigilar, la segunda historia (el título nos hizo pensar por un segundo en Foucault, nos presenta a un soldado aburrido en su trinchera e inquieto por como calcular el tiempo hasta la llegada de los ataques del enemigo que lo impactarían en lo físico y en lo mental, al punto de decirnos en la página 31 lo siguiente: “Pronto los ataques dejaron de ser simplemente una herramienta para medir el tiempo o para darle sentido al mismo, para convertirse en algo simplemente deseado. Era algo que rompía la monotonía, que explicaba su razón de ser en ese lugar y que, valgan verdades, alegraba sus días”. Más que un valeroso combatiente se volvió un excitado observador del combate y energizado por el cruce de balas no midió el peligro cuando una metralla lo mandó al hospital ya sin piernas y marcialmente inmovilizado. Los que lo vieron por última vez decían que tenía buen semblante.
La tercera historia se llama En Dwinelle, nombre de uno de los campus de la Universidad de California y acá el autor nos presenta una inaudita experiencia, donde una discusión caótica y generalizada entre un grupo de vecinos terminando engullendo también al protagonista a pesar de su timidez y reparos iniciales en participar. Vemos dificultades en la comunicación que llegan a lo absurdo, sumado a la proliferación de gritos, argumentos falaces y posturas de dominio temáticos que caen en un pozo de confusión para los lectores menos para el grupo mismo que nos generan el recuerdo de algunos de esos mensajes mediáticos en los hoy “debates virtuales” propios de la época de los fake news y la posverdad. Finalmente, el narrador de esta historia nos informa de ser todo parte de un sueño, aunque sabemos desde antes ya del mismísimo Freud que algún mensaje inconsciente nos refleja la vida onírica.
Nos parece el más logrado de los ocho relatos.
Portada del libro
En El deseo presenciamos el relato de un hombre que desea acercarse a una mujer pero sus intensas autoverbalizaciones y una tendencia a sobrepensarlo todo, esa forma obsesiva de atorarse en los propios pensamientos, van llevándolo a postergar una y otra vez el acercamiento. Veamos lo que nos dice el autor en la página 50: “Todos los días pasaba por el mismo lugar, pero no conseguía nada. Tal vez es exagerado decir que no conseguía nada. Tal vez es exagerar el pretender que él no fuera consciente de la imposibilidad de esta relación. Tal vez es exagerar el pretender que él no fuera lo suficientemente inteligente para saber que las condiciones nunca se darían o que era una imposibilidad para él llegar al objeto de su deseo”. ¿Parece familiar? discurso propio cuando esas dudas nos asaltan a todos.
Nos llama la atención las veces que se menciona la palabra tiempo en este cuento; quizá por tratarse de la historia de un prisionero condenado a cadena perpetua que añora poder salir por esa puerta cada vez que pasea frente a ella. Así ese deseo junto a su constante postergación es con la que juega el autor en esta historia.
Como quinto relato tenemos El salto, la historia de un suicidio. Una mujer muy preocupada por encajar y ser bien considerada por los demás. Siempre tratando de llamar la atención, siempre buscando ser aprobada pero sin conseguirlo. La crítica constante de un colectivo humano que proyecta sus inseguridades y nos hace responsable de sus propias carencias fue minando la frágil identidad de esta muchacha quien decide emprender un viaje esperando todo cambie pero solo lograría confirmar su escasa valía. Así afirma: “Entonces la idea empezó a germinar en su cabeza. ¿Sería posible que ella en general fuera una persona indeseable? ¿Sería posible que por alguna de esas casualidades o circunstancias ella era una persona totalmente indeseable para los demás?” (pág. 54). Al convencerse de ese destino de rechazo generalizado la protagonista de esta historia empieza a enfermar y termina por desadaptarse del todo para un día lanzarse al vacío.
Un ratito conmigo, es el nombre de la historia siguiente. Y nuevamente el tiempo como coprotagonista. Un hombre, padre de familia, y su pequeño hijo pasan momentos llenos de sentido entre ambos. Momentos de jugar, de almorzar juntos, de acompañar al pequeño a dormir; siendo consciente el padre que son tiempos que debe aprovechar porque cuando menos lo piense su hijo crecerá y como suele ocurrir con toda la humanidad, ya de grandes lo que menos buscamos es pasar el rato con papá sino con la novia, los amigos, la gente del trabajo, del club, del gimnasio, etc. Por eso el aroma de bienestar y de melancolía anticipada en este padre de familia.
La octava historia de este libro se titula El levante, y trata de un aspirante a Don Juan, un cazador de mujeres que se mueve en medio de bares y de noche. Pero en esta oportunidad más que conquistando termina conquistado cuando la bella y aparentemente virginal presa termina exprimiéndolo en la parte posterior del auto que serviría de lecho improvisado.
Como último cuento tenemos El geniograma, simpática historia que nos presenta el mundo de los que practican el arte del geniograma. Nos dice el diccionario de ello: “pasatiempo que consiste en llenar con letras las casillas vacías de un dibujo, de manera que, leídas vertical y horizontalmente, formen determinadas palabras y frases cuyo significado se sugiere”. El Diario El Comercio hizo famosos los concursos de Geniogramas y una vez correctamente completados estos se podían dejar en sus instalaciones dentro de unos plazos determinados para participar en un sorteo, donde generalmente el premio era pecuniario. En este cuento es una mujer ya mayor y muy activa la que adopta al tímido joven protagonista y lo presenta a la confraternidad de geniogramistas o geniogrameros que solían reunirse minutos antes de los plazos de entrega para finalizar sus ejercicios y completar rápidamente los casilleros aún por llenar. Un buen día esta señora no se presentó más en las inmediaciones del diario generando confusión, en especial con nuestro protagonista, que primero añorará volverla a ver y luego, ya aceptando en buena cuenta esa imposibilidad, recordándola con mucho cariño.
Invitamos a la lectura de Commute hours, de Iván Reyna, en un buen trabajo editorial de Vicio perpetuo y Julio César Benavides.
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