Por Manuel Arboccó de los Heros
Escritor y psicólogo
Judith y Fiorella tienen ambas 17 años de edad. Están a poco de acabar la educación escolar y un mundo se abre ante sus ojos. Presentan estrés, problema común de estos tiempos, aunque sus dificultades son diferentes.
Judith careció de regalos de pequeña, pues sus padres a duras penas podían obsequiarle muy de vez en cuando algún detalle que no pasaba de eso, un detalle. Fiorella por su parte, tuvo siempre presentes de los más variados y costosos, sus padres no escatimaban esfuerzos en darle a su única hija todo cuanto podían.
Judith tiene hasta el día de hoy una contextura delgada, ya desde pequeña aprendió a comer poco y hasta hoy no lleva mucha hambre encima pues en casa hubo varias oportunidades donde el alimento faltó y los momentos de comida bajaban de tres a dos veces al día. Fiorella come poco por otras razones. En su casa la refrigeradora y la alacena siempre estuvieron llenas de una rica variedad de productos: carnes, pescados, frutas, menestras y postres no faltaron jamás en su cocina y siempre le empachaba el solo ver de todo y todo el tiempo.
Imagen tomada de la web.
Judith estudia quinto de media en un colegio público a las afueras de Lima Metropolitana, y sufrió las variadas huelgas y paros del sector educativo que prácticamente deben haberle hecho perder -en todos estos años desde que ingresó a primaria- cerca de un año de estudios a más. Por su parte, Fiorella pudo ser matriculada para estudiar tanto la primaria como la secundaria en el más exclusivo colegio privado de Lima, donde el derecho de admisión y las mensualidades se pagan en miles de dólares. Para ella el problema con su colegio es que hacen muchas actividades, dejan mucha tarea y harán el maldito intercambio estudiantil este año y ella detesta viajar a estudiar afuera del país y vivir con gente tan rara como los ingleses o los alemanes
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Judith se acostumbró a heredar algo de la ropa de su hermana mayor, y no solo ropa también los libros escolares y uno que otro juguete que ya la mayor no usaba por haber crecido. Ella aprendió a recibirlo todo con alegría y gratitud. Si hasta ropa de segunda le regalaron más de una vez sus padres que hacían grandes esfuerzos por comprarle prendas que estuvieran más o menos a la moda y en buen estado. Fiorella, más bien, se estresaba cuando su madre muy a menudo le decía para ir de compras. Esas tardes se volvían travesías interminables por las mejores tiendas de departamento que terminaban con ambas cansadas y con el chofer cargando varias bolsas con zapatos, pantalones, faldas y casacas, todo ello siempre fino y costoso. Siempre vistió bien y su ropa solía ser regalada en poco tiempo a los albergues y demás instituciones que vivían de la caridad de familias generosas como la de Fiorela.
Los padres de Judith eran una pareja de provincianos que a pesar de tantos contratiempos y dificultades habían logrado mantenerse juntos y hasta se podría decir que eran resilientes. Habían llegado a la capital hace más de treinta años y lograron a punta de sudor y esfuerzo construirse su casita y darles educación y comida a sus hijos. Los padres de Fiorella estaban juntos para todos, pero en secreto mantenían un tácito acuerdo de hacer cada uno sus cosas, sin escándalos ni dramas. Estarían siempre juntos sí, pero no por amor ni compromiso sino por apariencia, status y acuerdos económicos. A su modo eran felices, y se trataban bien.
El acoso escolar, o como dicen los huachafos el bullyng, fue cosa muy común en la época escolar de ambas. Pero mientras a Judith la torturaban por sus rasgos étnicos bien peruanos, y por ser bastante responsable y estudiosa; a Fiorella la molestaban por ser muy blanca, pequeña y delgada. En realidad era una muchachita linda pero el maltrato y la violencia escolar es cosa seria, no te salvas así nomás, si no te martirizan por tus carencias o limitaciones lo hacen por tus características y hasta por tus dotes inclusive.
A ambas le gustaba la lectura, eso sí. Y como muchas veces pasa es en el colegio donde nos intentan inculcar el gusto por la lectura. La obra preferida de Judith era Paco Yunque mientras que Fiorella siempre señalaba que la suya era Un mundo para Julius. Pero Judith estaba muy preocupada y hasta triste porque al acabarse el colegio veía muy difícil conseguir una vacante en la Universidad San Marcos o en la Villarreal. Debería nivelarse en alguna academia preuniversitaria, con lo costosas que algunos son. Lo que preocupaba y ponía triste a Fiorela era no saber en cuál de las tres universidades privadas top de Lima debía ir. Los ingresos estaban ya prácticamente asegurados pues con sus calificaciones de los últimos tres años del colegio era más que fija en cualquiera. Pero Fiorella no tenía claro aún cuál elegir ni por qué carrera orientarse.
Judith y Fiorella no lo saben, pero ambas viven relativamente cerca una de la otra. La primera en Surquillo y la segunda en Miraflores. Dos distritos distintos y dos mundos diferentes. Se habían cruzado un par de veces en el parque Castilla por donde Fiorella sacaba a pasear a su perro Mario mientras Judith iba a caminar cuando estaba cansada y necesitaba aire puro. “¡Qué bonito sería vivir por aquí!” pensaba Judith. Fiorela soñaba con mudarse en unos años a su propio departamento al que diseñaría como siempre lo había soñado. “¡Bien vintage! como me gusta”, decía.
En lo que ambas coincidían totalmente era el haber dado ya sus pininos en el amor. Ambas estaban con pareja. Judith con un chico un año mayor que estaba ya estudiando enfermería en un tecnológico y Fiorela andaba en arrumacos con una compañerita del colegio que desde cuarto de secundaria había decidido probar la bisexualidad, situación que Fiorela veía divertida.
Judit y Claudio tenían ya dos años juntos y la cosa marchaba bien. Seguirían juntos durante ocho años y medio más hasta que Judith se cansó de la falta de madurez de Claudio. Fiorella y Martha estaban hace dos meses y la relación era intensa, aunque sería efímera y acabaría cuando Martha se decidió luego por asumirse transexual además de género no binario y seguida de transespecie: un barullo sexual existencial.
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