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Foto del escritorManuel Arboccó de los Heros

GOODALL, LOS MONOS Y NOSOTROS

Por Manuel Arboccó de los Heros

Psicólogo, escritor y divulgador


Si existe algún grupo zoológico que haya sido estudiado intensivamente en lo que se refiere a su comportamiento, es el de los monos. Desde hace ya mucho tiempo los investigadores han creído encontrar en este estudio la clave de algunos problemas de la psicología humana. Durante el siglo XX, macacos y chimpancés, criados en parques zoológicos o en laboratorios, han sido amaestrados y sometidos a diversas pruebas. Se les ha enseñado a contar, a distinguir formas geométricas, a dibujar o a pintar. Se ha disertado sobre sus aptitudes intelectuales, y se ha elaborado una psicología del mono.


Hace más de cinco décadas la por entonces señorita Jane Goodall (primatóloga inglesa, 1934 - ), emprendió el estudio de los chimpancés en una reserva de Tanzania. A base de paciencia, logró, al cabo de 14 meses, aproximarse a estos temerosos animales a una distancia de 12 metros, sin inquietarles ni perturbarles en su comportamiento. Consiguió que su presencia fuera aceptada por estos animales salvajes, hasta el punto de llegar a ocupar un puesto en medio del grupo, y dedicarse a despiojar la cabeza de varios de ellos, que a su vez le despiojaban la suya.



Jane Goodall en pleno trabajo. Imagen tomada de la web.



Estas aproximaciones al comportamiento animal son admirables. Ahora bien, el método es doblemente dificultoso, por cuanto se trata de aproximarse a esos animales salvajes en unas regiones a menudo difícilmente accesibles. Pero el procedimiento es eficaz, porque las observaciones efectuadas en estas condiciones, al integrarse el investigador en un grupo familiar y social, y al asistir día a día a la evolución espontánea de ese grupo en su medio natural, son mucho más significativas que los trabajos en el laboratorio.


La mayoría de los prosimios son solitarios y muy intolerantes. Los machos son agresivos, y sólo temporalmente se asocian a las hembras. No soportan al hijo, cuando éste ha alcanzado ya la madurez sexual. Una serie de monos arborícolas y diurnos forman grupos familiares permanentes y monógamos, compuestos por el macho, la hembra, los hijos del año en curso, y a veces los de años precedentes, pero inmaduros todavía. Otros monos diurnos y arborícolas forman grupos multifamiliares mucho más importantes. Dichos grupos están débilmente estructurados: no existe entre ellos una jerarquía establecida ni un guía único. La composición de estos grupos no es rígida; un individuo puede pasar de un grupo a otro, e integrarse fácilmente en él.


Leemos que algunos monos forman grupos sociales cerrados, muy estructurados, estables y rígidos, basados en unas relaciones complejas de dominación y subordinación, e integrados por varias clases, asimismo jerarquizadas. Un macho dominante, responsable de la conducta del grupo y monopolizador de las hembras, se halla rodeado de machos adultos de diferentes rangos. Esta casta de “señores” se halla a su vez rodeada por las hembras adultas, entre las que existe también una jerarquía, hembras acompañadas de sus hijos dependientes. La clase inferior está integrada por machos jóvenes. En algunas especies, los machos dominantes son superiores a todas las hembras. En otras, los machos de los rangos inferiores son dominados por las hembras de los rangos más elevados. El rango depende de la edad, de la talla, de la fuerza y de la agresividad. Un individuo dominante se reserva las hembras, los mejores emplazamientos para dormir, las más suculentas porciones de alimento. Los demás se sirven después de él, bajo pena de verse inmediatamente impugnado, éste macho debe mantener y afirmar su superioridad en toda ocasión.



Jane Goodall, imagen tomada de la web.



Los gestos de amenaza más comunes entre simios consisten en miradas sostenidas a veces con la boca abierta, movimientos de cabeza que enfatizan las expresiones anteriores y movimientos corporales que indican una predisposición a saltar sobre el contrincante. Se combinan, de forma característica, vocalizaciones con movimientos de los ojos, de la boca y del cuerpo e indican progresivamente una mayor tendencia al ataque o a la huida. Por ejemplo, los monos rhesus empiezan mirando intensamente al contrincante, abren la boca, balancean la cabeza y finalmente dan enérgicas palmadas contra el suelo mientras vocalizan. Esta secuencia puede detenerse en cualquier momento si el contrincante adopta una postura sumisa, de lo contrario el episodio puede terminar en agresión física. En otras especies de macacos la secuencia de amenaza finaliza con el vaivén de la cabeza.


Los despliegues de amenaza típicamente comportan una mirada fija en el contrincante, abertura de la boca con el labio superior tenso cubriendo generalmente los dientes, comisuras de los labios dirigidas hacia delante, orejas aplanadas contra la cabeza, cejas elevadas, los orificios nasales más expuestos. Todo ello acompañado por posturas, movimientos o pilo erección corporal que aumentan con la intensidad de la señal.


Nos preguntamos cuanto parecido hay con nosotros.


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