Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, docente y divulgador
Reseña del libro INFOCRACIA: La digitalización y la crisis de la democracia
Autor: Byung-Chul Han
Año: 2022
Editorial Taurus
Buenos Aires, Argentina
Originalmente publicado en alemán en el 2021 el libro INFOCRACIA: La digitalización y la crisis de la democracia, es un nuevo ensayo del prolífico filósofo y profesor universitario Byung- Chul Han quien en un poco más de cien páginas nos retrata ordenada y claramente algunos de los avatares de la vida en las sociedades modernas hiper tecnológicas y ya casi rozando con un nivel de dependencia universal por lo digital, y nos explica como esto no es solo una moda o un pasatiempo inofensivo sino que se entromete llegando a determinar nuestras decisiones económicas, psicológicas y políticas.
Byung- Chul Han, imagen tomada de la web
El ensayo se divide en cinco capítulos: El régimen de la información, Infocracia, El fin de la acción comunicativa, Racionalidad digital y La crisis de la verdad. El autor inicia su trabajo definiendo lo que él llama “régimen de la información” como sigue: “es la forma de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos” (p. 9). Ya no es más la producción, dice el autor, lo que determina el acceso al poder (económico y político) sino el acceso (y manejo) de la información que se utiliza para la vigilancia psicopolítica y el control y dirección del comportamiento de la gente. Nos recuerda al filósofo Michel Foucault quien nos hablaba décadas atrás del panóptico y el dominio a través de la sumisión, pero señala que hoy lo que prima no es ya una biopolítica (que de alguna manera buscaba -según Foucault- el gobierno de la vida ajena a través de medidas coercitivas como el encierro en manicomios o calabozos) sino de una psicopolítica que busca controlar a las masas a través de su mente, de su psique. Byung-Chul Han no duda en llamar soberano a quien hoy manda sobre la información en la red.
Antes los tormentos físicos se exponían al público, el castigo era una forma de espectáculo y el mensaje era yo tengo el poder y puedo hacer contigo lo que considere: los verdugos y los condenados obran como actores, concluye. Pero en la sociedad posmoderna, digital y de redes sociales la estrategia ha cambiado. Byung-Chul Han considera, y no es el único pensador de nuestro tiempo, que hoy somos esclavos sin saberlo e incluso solicitamos ser esclavos. Así, las marcas, los productos de consumo -que son programados para ser obsoletos en poco tiempo- y los influencers marcan la pauta (pauta insustancial, efímera, volátil) de como hay que vivir. Leamos la siguiente cita del autor en la página 19: Al mismo tiempo, los influencers hacen que los productos de consumo parezcan utensilios de autorrealización. De esa manera, nos consumimos hasta la muerte, mientras nos realizamos hasta la muerte. El consumo y la identidad se aúnan. La propia identidad deviene en una mercancía.
Lo diremos de esta manera, ya no es necesario capturarnos físicamente como en la época del control corporal (biopolítica), basta con conseguir manejar nuestra mente para tenernos consumiendo lo que el sistema coloca como prioridad. La vigilancia ocurre por medio del enorme panóptico que serían las plataformas y las redes tecnológicas. Vemos que hoy la autoridad en información es el Facebook, el Tik Tok y el Twitter. Dice el pensador: “El régimen de la información se desenvuelve sin ningún tipo de restricción disciplinaria. No se obliga a la gente a tener una visión panóptica. Más bien esta se expone sin ninguna coacción externa, por una necesidad interior” (p. 15). Y vaya que los encargados de estos dispositivos y aplicaciones han logrado crear estas nuevas necesidades, que generan la ilusión de ser importantes, de vernos originales, de ser atendidos y de ser reconocidos. Por ello el autor del ensayo es perspicaz cuando nos precisa que el habitante del mundo digitalizado ya no se siente con las redes ese “nadie”. Más bien es alguien con un perfil. Y adicionamos, no solamente el mundo digital nos brinda cierto complemento a nuestra identidad de pronto ya endeble, sino que nos brinda cierta voz, cierta notoriedad.
Portada del libro, imagen tomada de la web
Las redes nos hacen creer eso, que nuestras opiniones, fotografías, selfies, experiencias y decisiones son atendibles, simpáticas, significativas. El narciso posmoderno enfrentado al universo digital aplaca sus necesidades estando pegado constantemente a la pantalla, esperando ser visto y querido. Incluso ya hay un nombre para una nueva forma de tormento psicológico al creer que nos estamos perdiendo alguna noticia, información o comentario importante en redes: FOMO que proviene de la expresión en inglés Fear of Missing Out (“temor a perderse algo”, en castellano). O a esa otra práctica de desplazarse interminablemente por las redes sociales para leer noticias alarmantes cuando no negativas, a menudo sin fin ni objetivo claro, llamado doom scrolling (en inglés, el término doom significa condena, perdición, muerte, fatalidad. Mientras que scrolling es el acto de desplazarnos en las redes sociales).
Y mucho de esto que viene ocurriendo no es consciente para muchas personas. Por eso consideramos que textos como este deben ser atendidos y difundidos. Así nos advierte el filósofo que el big data y la inteligencia artificial ponen al régimen de la información en condiciones de influir en nuestro comportamiento por debajo del umbral de la conciencia: “se apodera de esas capas prerreflexivas, instintivas y emotivas del comportamiento que van por delante de las acciones conscientes” (p. 23). Es pues, como mucho de lo conocido, una manipulación, pero llevada al orden establecido, avalada y defendida por las grandes empresas tecnológicas, grupos de poder económicos y políticos, quienes dicho sea de paso suelen ser al mismo tiempo los dueños de la producción y comercio de toda esta tecnología al alcance mundial. Somos conscientes que la digitalización del mundo en que vivimos avanza de manera imparable y van abarcando, efectivamente, casi todos nuestros espacios, algunos incluso antes muy privados: el familiar, el laboral, el social, etc.
En el capítulo titulado Infocracia Byung-Chul Han nos habla de la mediocracia (poder de los medios) y explica como la televisión y el resto de medios se han vuelto parte del negocio de la distracción más que de la información. Así el discurso más que comprobar la verdad o buscar el argumento apela a mensajes breves, sencillos y más de tipo emocional que racional. También emplea el concepto de infodemia (epidemia informática). Efectivamente hoy nos cuesta separar lo cierto de lo falso, lo comprobado de la especulación más burda. Recordemos como en época de pandemia por el COVID-19 la misma OMS recomendaba “desconectarse un poco de las pantallas” ante la aparición de lo que se conoció con el neologismo “infoxicación”.
Además, la información se comparte a una enorme velocidad, hoy todo es pasajero y obsoleto rápidamente: “el cortoplacismo general de la sociedad de la información no favorece la democracia. El discurso tiene una temporalidad intrínseca que no es compatible con una comunicación acelerada y fragmentada” (p. 34).
Aprovecha el filósofo para plantearnos que en la esfera política todo esto es muy bien empleado por candidatos y personajes que nos manipulan con “publicidad electoral” adaptada al psicograma de cada quien. Es decir, nos ofrecen lo que los algoritmos de las redes previamente identifican como aquello que más podría agradarnos. Asimismo, el mensaje es siempre emocional más que intelectual. Y coloca ejemplos como el de Donald Trump, ex presidente de los EEUU de quien es conocido que su equipo político manejó a placer una campaña mediática orquestando “medias verdades” o los conocidas “fake news”: “la mediocracia degradaba las campañas electorales hasta convertirlas en una guerra de escenificaciones mediáticas. El discurso era sustituido por un show para el público” (p. 38). Y al empezar a percatarnos de esto aparece la desconfianza y la inseguridad.
Byung- Chul Han, imagen tomada de la web
Señala en las páginas 81 y 82 lo siguiente: “Recibimos la información con la sospecha de que su contenido podría ser diferente. La información se acompaña de una desconfianza básica. Cuantas más informaciones distintas recibimos, mayor es la desconfianza. En la sociedad de la información perdemos esta confianza básica. Es una sociedad de la desconfianza”. Y no solo de la desconfianza, pensamos que también de la cosificación, de la imagen “producida” (muchas veces inauténtica) y de una rapidez que impide procesar lo visto, lo leído, lo noticiado, incluso lo experimentado. Por eso seguidamente nos dice que hoy estamos informados (hiper informados) pero desorientados, por cuanto la orientación no se encuentra en el estallido de mensajes, alarmas y publicidad dirigida. Y concluye que es la verdad la que nos permite la cohesión social, “estabiliza la sociedad al eliminar la contingencia y la ambivalencia” (p. 83).
A manera de estímulo para el estudio de esta obra compartimos algunas otras afirmaciones lúcidas, valientes y declarativas de una posición firme de un filósofo que analiza la sociedad de nuestro tiempo:
Los cuerpos dóciles como máquinas de producción no son portadores de datos de información, sino portadores de energías. En el régimen de la disciplina, los seres humanos son entrenados para convertirse en ganado laboral (p. 10, Cap. El régimen de la información).
En el régimen de la información, el dominio se oculta fusionándose por completo con la vida cotidiana. Se esconde detrás de lo agradable de los medios sociales, la comodidad de los motores de búsqueda, las voces arrulladoras de los asistentes de voz o la solícita servicialidad de las smarter apps. El smartphone está demostrando ser un eficaz informante que nos somete a una vigilancia constante. La smarthome transforma todo el hogar en una prisión digital que registra de manera minuciosa nuestra vida cotidiana. El robot aspirador inteligente, que nos ahorra la tediosa limpieza, cartografía nuestra vivienda. La smartbed con sensores en red continúa la monitorización incluso durante el sueño. La vigilancia se introduce en la vida cotidiana en forma de conveniencia. En la prisión digital como zona de bienestar inteligente no hay resistencia al régimen imperante. El like excluye toda revolución (p. 17, Cap. El régimen de la información).
En las campañas electorales entendidas como guerras de información, no son ya los mejores argumentos los que prevalecen, sino los algoritmos más inteligentes. En esta infocracia, en esta guerra de la información, no hay lugar para el discurso (p. 40, Cap. Infocracia).
Antes de que un proceso de verificación se ponga en marcha, ya ha tenido todo su efecto. La información corre más que la verdad, y no puede ser alcanzada por esta (p. 42, Cap. Infocracia).
La creciente atomización y narcisificación de la sociedad nos hace sordos a la voz del otro. También conduce a la pérdida de la empatía. Hoy todo el mundo se entrega al culto del yo. Todos los individuos se representan y se producen a sí mismos (p. 49, Cap. El fin de la acción comunicativa).
Todos los valores humanos se han vuelto en la actualidad económicos y comerciales. La sociedad y la cultura se están mercantilizando. La mercancía sustituye a la verdad (p. 84, Cap. La crisis de la verdad).
El fin de los grandes relatos, que da paso a la posmodernidad, se consuma en la sociedad de la información. Las narraciones se desintegran y acaban en informaciones (p. 84, Cap. La crisis de la verdad).
Dentro de los pensadores citados y más referenciados en este ensayo nos encontramos con: Michel Foucault, Hannah Arendt, Marshall McLuhan, Jürgen Habermas o Niklas Luhmann.
Para concluir estos comentarios, recordemos que Byung-Chul Han es un filósofo y ensayista surcoreano radicado en Alemania experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. Está considerado como uno de los filósofos más destacados del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo, el consumismo, la hiper tecnologización del hombre y el poder de las redes y los medios de información. Infocracia, libro reseñado aquí, es un texto de lectura obligatoria para todo estudioso del comportamiento humano interesado en investigar el poder del colectivo humano, de las redes y de los medios de información en el direccionamiento psicopolítico de la conducta humana. El pensador concluye este ensayo advirtiéndonos: “Hoy vivimos presos en una caverna digital, aunque creamos que estamos en libertad. Nos encontramos encadenados a la pantalla digital. Los prisioneros de la caverna platónica se hallan intoxicados por imágenes narrativas míticas. La caverna digital, en cambio, nos mantiene atrapados en la información” (p. 91). Y nos animamos a completar, no solo estamos atrapados en la información sino en falsa información, en datos inexactos, en noticias absurdas cuando no tontas, insustanciales. Este es el reinado de lo burdo, nos entretenemos con bagatelas, alimentamos nuestra cabeza con menudencias, y posicionamos como referentes (influencers) a personajes muchas veces secundarios, irrelevantes, incluso ficticios (ya se ha noticiado que con la llegada de la inteligencia artificial se han “creado” influencers que la gente sigue y admira, aunque no son reales).
Otros títulos del autor igualmente esclarecedores y de advertencia cuando no de denuncia en esta línea son: La desaparición de los rituales, La sociedad del cansancio, Psicopolítica, Capitalismo y pulsión de muerte, La salvación de lo bello, La expulsión de lo distinto, No cosas, entre otros.
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