Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, articulista y profesor
La obsolescencia programada es la política económica de programar el fin de vida útil de un producto mucho antes de lo que debería durar, con el propósito de motivar a los consumidores a volver a comprar un nuevo número de ese producto una vez que el anterior haya fallado, pues o no hay forma de repararlo o no se venden repuestos, o estos son tan o más caros que comprar un nuevo producto. Se calcula que esto viene desde la década de los veinte del siglo pasado.
Ahora, ¿cuáles son las implicancias de todo esto? Pues el negocio no se detiene y tenemos a las personas comprando todo el tiempo productos cuya vida útil puede llegar a ser de algunos meses (como el caso de prendas de vestir o de artefactos del tipo ‘usar -tirar’, o sea desechables) o de pocos años.
Sin embargo, esto acarrea –si bien un buen negocio– una acumulación de basura, pues muchos de estos productos no son reciclables. Nunca antes como en el siglo XX, el ser humano ha producido y acumulado tanta basura, cuyo impacto en el ambiente es perjudicial, cuando no nefasto. Daño que es muy probable esté detrás de muchos fenómenos climáticos que vemos desde hace algunos años.
Antiguamente se heredaban vajillas, refrigeradoras, mesas de comedor y espejos. Hoy todo eso es una práctica casi insólita, no solo porque en muchos lugares y para muchas familias el éxito y la prosperidad se miden a partir de todo lo que somos capaces de comprar, sino porque hoy las cosas ya no duran (obsolescencia programada), estas vienen siendo hechas en fábricas para durar semanas, meses o de pronto algunos años. Inclusive se sabe ya de computadoras o impresoras (artefactos imprescindibles en cualquier compañía) que llevan dispositivos para que tras cierto número de tiempo o de copias realizadas, la máquina falle. Es decir, vienen listas para que el objeto fabricado se malogre.
Y así volvemos a ir a la tienda en pos de otro objeto con caducidad decidida en la fábrica. Esto es éticamente inapropiado y si bien puede parecer necesario para mantener el negocio, es una práctica insana andar de consumidores eternos y de acumuladores y productores de basura inservible que posiblemente irá a tirarse a algún mar o –como ya se ha denunciado– a ser entregado como ‘donación’ (¿de cuándo acá la basura es donación?) a algún pobrísimo país africano.
Algunos proponen no solo cuidar mejor nuestras cosas, sino repararlas en vez de ceder a la tentación de comprar nuevos ejemplares. Y cuando mandarlo a reparar no es posible por el costo o la inexistencia de repuestos, entrar a internet y chequear cómo han salido del problema algunos clientes, pues hay un grupo en las redes que ya está cansado de ser consumidores eternos de un sistema que promueve esto. Otros le suman a esto el adquirir productos biodegradables y reciclar todo lo que sea posible.
Para terminar, recomendamos observar en el YouTube el documental titulado: Obsolescencia programada: comprar, tirar, comprar. Tendrán más de una sorpresa.
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