Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo y divulgador
El tema de la imagen corporal y la autoaceptación es de larga data, pero probablemente nunca antes como en los últimos treinta años viene siendo un tema –no solo importante- sino muy delicado como cuando ocurren debates sobre la salud o la belleza, pues algunos lo confunden fácilmente con simples críticas o bien con discriminación para aquellas personas que suelen estar en los márgenes de los pesos y formas “estándar”. Así, si bien por un lado la medicina y la nutrición nos señalan pesos requeridos y alimentaciones balanceadas, cuidados con la salud y los buenos hábitos de vida; por otro lado vivimos últimamente la reivindicación de todas las formas y estéticas posibles, por lo que ahora un hombre o una mujer con obesidad bien pueden considerar algo legítimo y personal ser mortalmente obeso(a). Esto significa que ser obeso pasaría de ser un peligroso estado para la salud (diabetes, cardiopatías, hipertensión y otras serias complicaciones asociadas) a ser un derecho que, como todo derecho, debe ser respetado y aceptado. Incluso hasta festejado.
Según algunos reportes, nuestro país junto a México y Chile ocupa el tercer lugar en obesidad (1) y esta situación ya viene alcanzando a jóvenes e incluso a niños. Además de los típicos problemas fisiológicos y metabólicos, la obesidad (y no solo la del nivel más alto que ya es llamado mórbido) conllevan molestias anímicas y emocionales: a veces pena, fastidio o tristeza.
Atentas a eso -y como se esperaba en este sistema mercadólatra- algunas marcas de vestuario o calzados, activando sus campañas publicitarias, vienen ampliando desmedidamente sus tallas aparentemente con el propósito loable de no dejar atrás a las personas que padecen con un excesivo peso, o a quienes batallan con la comida chatarra o con la falta de ejercicio. Pero estas empresas reciben críticas porque puede muy bien esto también reforzar –como dirían algunos psicólogos conductistas- cierta despreocupación por la salud o disminuir el fuerte compromiso que las personas directamente implicadas se deben a ellas mismas en el autocuidado y la autoestima.
Imagen tomada de:
Decimos por lo tanto, que ignorar -o más aún- romantizar la extrema gordura no suma a la propuesta de una vida saludable y cómoda. Y el hecho que millones puedan tener una condición abiertamente preocupante, penosa y peligrosa no significa la normalización y menos la idealización de esa tendencia. Expresiones como “gordita pero sabrosa”, “es de buen diente y es feliz” o esa otra “es su cuerpo y que haga lo que quiera” empiezan a verse también como un discurso de sutil despreocupación por la vida plena de muchos de nosotros mismos, o –tomando las palabras del psicoterapeuta Längle(2)- en una forma “torpe y chata” de conducir la vida(3).
Referencias:
(1) Perú es el tercer país de la región en obesidad y sobrepeso. Observatorio de Nutrición y Estudio del Sobrepeso y Obesidad. Disponible en: https://observateperu.ins.gob.pe/noticias/272-peru-es-el-tercer-pais-de-la-region-en-obesidad-y-sobrepeso
(2) Längle, A. (2008). La Espiritualidad en psicoterapia. Entre inmanencia y trascendencia en el Análisis Existencial. En Revista de Psicología. UCA Argentina, Vol. 4. Nº 7, pp. 5-22.
(3) La chatura de lo cotidiano. En Nos sobran las palabras. Disponible en: https://nossobranlaspalabras.wixsite.com/manuelarbocco/post/la-chatura-de-lo-cotidiano
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