Por Manuel Arboccó de los Heros
Psicólogo, psicoterapeuta y docente universitario
“Acuérdate que ustedes (los bolivianos) eran el Alto Perú, o sea eran nuestra provincia, y hasta ahora siguen siendo nuestra sombra y sus tradiciones son de cuando pertenecían a nosotros”. Estas desafortunadas palabras le pertenecen a un chef peruano que hace unos años levantó algo de polvo al hacerlas públicas en una discusión a través de una red social (1). Iban dirigidas a algún boliviano, quizá igual de prejuicioso y xenofóbico como él. Meses después una jovencita y estudiante de una prestigiosa universidad privada de la capital aportaba a la nueva jerga racista peruana la expresión “personas de color puerta” (2) en su intento de ofender a quien tuviera la piel oscura (curiosamente la muchacha en cuestión no era precisamente una europea blanca y aria). Pasado un tiempo, durante épocas navideñas, cientos reclamaron por la imagen publicitaria de una exitosa cadena extranjera de venta de artículos, específicamente por un catálogo de juguetes infantiles, donde aparecían cuatro niñas blancas y rubias cargando sendas muñecas igual de rubias que ellas. Ninguna parecía una común niña peruana y hasta nos animaríamos a decir que ni en los EEUU o en Canadá todas las niñas se ven como ellas (3).
Todos estos episodios tienen un trasfondo mayor: el racismo (exacerbación del sentido racial de un grupo); la xenofobia (odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros) y el etnocentrismo (tendencia que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades) que habitan en muchas personas provengan de dónde provengan.
Imagen tomada de internet: (EEUU) Hombre negro bebiendo de una fuente asignada a los afrodescendientes. Imagen de mediados del siglo XX.
Estas disposiciones anímicas y conductuales parecen ser tan antiguas como la humanidad misma. Recordemos como en los mitos, el origen del propio pueblo era el origen de toda la humanidad. Antes la Iglesia Católica sostenía que ella era la única verdadera y la depositaria exclusiva de la Verdad y por lo tanto fuera de ella no había salvación. El mensaje era pues claro, clarísimo: “el mundo gira en torno a nuestra comunidad, a nuestras creencias y a nuestra Iglesia. Nosotros somos los mejores o mejor aún, somos los únicos y los auténticos”. Esta seguridad de ser propietario exclusivo de pureza, moral, sabiduría y verdad ha generado un penoso costo humano como nos lo demuestra repetidamente la Historia.
Somos una sociedad fragmentada donde seguimos valorando a las personas según su lugar de origen, su color de piel o su estrato socio-económico. La valoración negativa recae sobre todo en los grupos históricamente menos favorecidos, entiéndase los peruanos de origen andino, los afro-descendientes y los grupos amazónicos, producto de siglos de dominio, explotación y exclusión.
Un dato: en los estudios de la CVR (Comisión de la Verdad y la Reconciliación) se indica que resultó “menos problemático” torturar, desaparecer, asesinar o ejercer diversas formas de violencia y crueldad extrema contra quienes eran considerados no solo como diferentes sino sobre todo como “inferiores” (4).
Imagen tomada de internet: Definitivamente no se vende cerveza a los indios (anuncio en los EE. UU., 1941).
Existe también un racismo sutil, llamado también blando o latente. Personas que incluso no se reconocen como racistas pueden expresar prejuicios y comportamientos racistas. Este tipo de racismo es más difícil de detectar, pues es sutil, ligero, a diferencia del racismo clásico y totalmente abierto. Pensemos en los chistes o los típicos personajes de las series, ahí encontramos formas claras (aunque maquilladas) de discriminación.
El racismo a la antigua conlleva un grupo de estereotipos sobre la inteligencia, laboriosidad y virtuosismo de las minorías, es partidario y defensor de la segregación y de la exclusión más abierta y dura. En el racismo blando o indirecto no, no hay odio sin embargo hay un rechazo a las mejorías dadas a las minorías o la consideración de que el racismo no es un problema y que ciertas personas “exageran” en sus demandas, así como incomodidad de estar cerca de los que “no son sus iguales”, sensaciones que provocan más la evitación del otro que su agresión directa.
En casa y en la escuela también se transmiten formas de segregación y favoritismo. La discriminación en la sociedad no es solo por el color de la piel o los rasgos faciales, también lo es por el sexo, el idioma, los apellidos, la condición sexual, el tipo de ocupación, la casa de estudios, entre otros aspectos. El ejemplo fue aquella una alumna de una costosa universidad privada que llamó -vía twitter- cholos y “de color puerta” a aquellos que pertenecen a una universidad nacional.
Imagen tomada de internet: Publicidad de la Tienda Saga Falabella en Lima-Perú (https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/12/141204_peru_polemica_racismo_publicidad_saga_falabella_navidad_aw)
En la publicidad peruana se suele relacionar todavía a las personas blancas con las ideas de belleza, status, inteligencia, éxito, bienestar y poder. Es cierto que hoy hay una mayor sensibilidad a estas situaciones. Hace medio siglo atrás nadie o casi nadie hubiera reaccionado si a alguien no se le permitía entrar a un lugar público o si en la propaganda publicitaria hubieran salido solo niños blancos y de cabello rubio ofreciendo juegos infantiles. Incluso la atención que las ciencias sociales le han dado al estudio del racismo veremos que no pasa de unas seis décadas siendo generosos. De pronto después de la segunda guerra mundial al ver lo que ocurrió con el pensamiento nazi y con el auge del relativismo cultural que cuestiona el determinismo biológico y reivindica el valor particular de cada cultura, la cosa cambió. Así como el ejercicio de prácticas democráticas que aparecen y proponen una revisión de leyes que favorecían la discriminación y la segregación. Sabido es (pero no muy comentado pues no conviene o duele aceptarlo) que muchas personas en las primeras décadas del siglo XX (inclusive en ciertas clases altas del Perú) veían con cierto agrado a la cultura germana representada por Hitler, inclusive idealizándola y reconociendo en ella una valor muy por encima de la nuestra, siempre tercer mundista. Hubo muchos pro-nazis entre las clases más altas y poderosas de la Lima antigua y eso a nadie (o a pocos) escandalizaba en ese momento.
El racismo a la antigua usanza permite desviar la atención del racismo blando que vivimos en la vida cotidiana. Martin Luther King (líder del Movimiento para los Derechos Humanos de los afroamericanos, asesinado en 1968) señaló en su momento que el principal impedimento para conseguir la libertad de los negros no residía solamente en el Ku Klux Klan (organización racista y xenofóbica de extrema derecha de los EEUU) sino en los blancos “moderados” (lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos).
Consideramos que nos equivocamos al repetir eso de que “todos somos iguales”. No somos iguales pero las diferencias no conllevan (ni dan derecho) al dominio del otro o al desprecio y al maltrato de los demás. La Defensoría del Pueblo entiende por DISCRIMINACIÓN la acción de excluir, despreciar o tratar como inferior a una persona o grupo de personas, sobre la base de su pertenencia a un grupo social, por razón de raza, sexo, religión, condición económica, clase social, posición política, indumentaria, orientación sexual, condición de salud, discapacidad, lugar de origen o residencia, edad o idioma, que tiene como objetivo disminuir sus oportunidades o anular o menoscabar el reconocimiento de sus derechos (5). De ahí que es tarea de todos colaborar para tener una sociedad más justa, más tolerante y más humana donde los ciudadanos sean tratados con dignidad y respeto, al margen de sus diferencias, sean físicas, económicas, sexuales y religiosas.
Referencias:
(1) https://rpp.pe/lima/actualidad/bolivia-procesan-a-chef-peruano-por-insultos-racistas-noticia-742431
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